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viernes, 25 de marzo de 2016

El cáliz de Claudio: Mi vocación y mi oficio


Te echo de menos y lo sabes, mejor que yo, que antes de que te fueras ya lo hacía. Que los Viernes Santos no son iguales sin ti y que me debato entre la vocación que aprendí de ti y el oficio para el que la Virgen quiso llamarme. Y lloro mientras lo escribo porque veo la calle Ancha arriba con mi capa, sintiéndome un elegido. Como te veo a ti, mirándolo, y yo escondido bajo el cubrerrostro. Y miro la plaza y la cara de él trayéndome el bocata. Esto último no sería muy cofrade, pero tan auténtico que solo lo volví a encontrar, ahora hace un año, dentro de aquel santuario negro con cinco cruces color sangre y la soledad necesaria del anonimato.

No sé que pensarás ahora que estás tan lejos y tan cerca. Como tampoco sé, aunque intuyo algo, que los viejos errores comienzan a espantarse. Ya no hay guantes blancos manchados de cera. Ya no hay bacalao frito ni ensaladilla. Tampoco hay tardes melancólicas en que mi pena era tan sola desde que enfilaba la cuesta del Soterraño y todo concluía. Ya no hay imperio que lo prenda. No puedo ir a verlo. Hiere. Ya no hay llama que crepite con la que juegue a imaginar miles de formas.

En el horizonte naranja de las tardes no pienso en lo que vendrá para mí, sino para él. Y no lo fuerzo porque tú no lo hiciste conmigo y no te enfadaste cuando rompí las macetas por correr para ver la banda. No lo fuerzo y, sin embargo, hace tres días vi en su mirada la mía y en sus ojos los tuyos, cuando el tambor y la corneta lo sacaron de su rutina y el asombro nació sin que nadie le haya dicho nada, como le pasó a su padre. Son explicaciones que ni se dan ni reciben, pero sientes que algo te mata, tan adentro.

Y, con todo, en este jueves que te escribo pensando en tantos viernes, mientras me llama la vocación me pierde el oficio. He ido a la habitación y he buscado mi costal. Sentado en la cama, tan solo, sabes que nunca pensé que lo iba a echar tanto de menos. Y le he dado un sorbo a este cáliz, a sabiendas de que volveré al oficio, si Ella quiere, para no perder el tiempo precioso de las cofradías que nos dejaron una vida de recuerdos y futuro.


Foto Jesús Caparrós



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