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sábado, 26 de marzo de 2016

El Cirineo: Caminos de ida y vuelta


A lo largo del último medio siglo se ha producido un fenómeno, básicamente materializado en la asimilación por buena parte de las manifestaciones cofrades andaluzas de lo que podríamos denominar, simplificando, el modelo sevillano. Es cierto que muchos de nuestros pueblos han conservado gran parte de su propia idiosincrasia, pero la realidad es que en las capitales de provincia, Jerez incluida, la importación de modas, modos y maneras procedentes de la capital de Andalucía ha sido prácticamente imparable, salvo las particularidades existentes en Cádiz y la excepción colectiva de Málaga. 

En el resto, se han ido modificando usos y costumbres hasta alcanzar la realidad actual en la que uno puede presenciar tranquilamente cofradías de Huelva, de Córdoba o de Jerez, sin prácticamente encontrar diferencias realmente destacables. Es obvio que cada ciudad ha conservado ciertos elementos distintivos pero a grandes rasgos nadie podrá negar que la homogeneización es un hecho.

No corresponde a este artículo determinar el efecto negativo o positivo de esta estandarización desde una posición agresora o defensora a ultranza del pasado que se fue para no regresar, en primer lugar porque las cosas son como son, hay realidades que ya no tienen marcha atrás, para bien o para mal y en segundo, porque si se aborda el asunto debería hacerse desde posiciones complementarias, que nadie olvide que del mismo modo que hay quien opina que se han perdido costumbres y modos por culpa de la copia sin medida, hay quien defiende que en ciudades como Córdoba, jamás ha existido un estilo netamente propio, al menos no desde que el abominable decreto del no menos abominable Trevilla, a punto estuvo de destruir la Semana Santa de la ciudad que custodia San Rafael.

El hecho de que se ha producido esta homogeneización es una verdad incuestionable, como lo es que el caudal ha tenido siempre un sentido único. Todos hemos bebido de Sevilla, casi nunca al revés. Quien más quien menos en los ochenta y principios de los noventa acudíamos a los días grandes de la Semana Santa sevillana, y comprobamos extasiados lo que allí existía. Muchos jóvenes ahora no comprenderán lo que digo, pero hemos de considerar que eran tiempos en los que por increíble que pueda parecer no existía Internet y el fenómeno de los vídeos cofrades era algo nuevo. Por esta razón era complicado beber de fuentes diferentes a la experimentación directa, que en la mayoría de los casos se circunscribían a viajes el Jueves y el Viernes Santo, indiscutiblemente los días grandes de la Semana Santa de Sevilla, cuyas cofradías estaban y están, con carácter general, a años luz en muchos aspectos de nuestras cofradías y de las propias sevillanas del resto de días de la Semana Mayor. Sin embargo, en esta última verdad no reparaba casi nadie, y casi ninguno de los que acudíamos al paraíso, lo hacíamos para compararnos con otras hermandades que no fuesen Pasión, El Valle, El Gran Poder, La Macarena, La Esperanza de Triana o El Cachorro... casi nada. Por esta razón la normalización consistió durante mucho tiempo en pretender reproducir copias de la Macarena como churros por los cuatro puntos cardinales, salvo las mencionadas excepciones.

La incorporación al universo cofrade de las retransmisiones televisivas y sobre todo internet, introdujo una nueva variable a la ecuación. Hoy, todos tenemos al alcance del ratón vídeos, fotos, información y prácticamente lo que se quiera de cofradías de cualquier sitio, de capitales o de pueblos, incluso de más allá de las fronteras de Sierra Morena, y esto está provocando un fenómeno novedoso en el que muchos estamos empezando ahora a reparar. Estamos comprendiendo que cada pueblo, cada ciudad atesora maravillas en sus entrañas, algunas de ellas de las que jamás habíamos escuchado hablar la gran mayoría, por los motivos expuestos y porque el etnocentrismo nos ha asolado a todos, hasta antes de ayer éramos conscientes de nuestro ombligo y del ombligo de Sevilla, y pare usted de contar. Sin embargo en los últimos tiempos estamos aprendiendo a mirar mucho más allá, a observar y a descubrir tesoros en los rincones más insospechados.

También en Sevilla está empezando a suceder. A la aparición de la red habría que añadir la llegada de de bandas sevillanas a tocar en otras ciudades, cuyos músicos y acompañantes comprobaban, en ocasiones con estupefacción, que existían obras de arte magníficas en otras semanas santas, pasos merecedores de atención, cuadrillas y bandas excelentes. Por otro lado, la influencia indudable que han tenido eventos como el Vía Crucis Magno de Córdoba, sirvió para que muchos sevillanos descubriesen definitivamente con asombro que había vida más allá de las murallas de la Macarena. Resulta curioso este asombro en la medida en que si las hermandades sevillanas han tenido, desde siempre, la inteligencia suficiente para acudir a artesanos de todo tipo más allá de sus fronteras, plateros, orfebres, diseñadores, bordadores, carpinteros... cabe dentro de lo lógico suponer que en los lugares de origen de estos maestros, existiesen obras de gran valor artístico y elementos dignos de ser tenidos en cuenta.

A lo largo de los siglos, pese a que muchos lo hayan olvidado, la Semana Santa de Sevilla ha bebido sistemáticamente de fuentes diversas, en ocasiones sin ser conscientes de ello. Si se preguntase a pie de calle junto a la Campana una tarde cualquiera, cuáles son los mejores escultores sevillanos de la historia, probablemente la mayoría de las respuestas serían Martínez Montañés (Alcalá la Real) y Juan de Mesa (Córdoba). Y esto, lejos de ser una crítica, se me antoja una virtud. Sevilla supo asimilar lo extraordinario que llegó de fuera haciéndolo suyo, conservando sus propias raíces y enriqueciéndolas. 

Hoy, lentamente, comienza a ser un hecho que el caudal está recorriendo caminos de ida y vuelta, como los cantes que cruzaron el charco, se enriquecieron en tierras americanas y regresaron para terminar de hacer del flamenco un arte universal. En los últimos años, se ha convertido en un hecho frecuente leer noticias cofrades de diversos puntos de la provincia de Sevilla en webs cofrades de la capital y en las últimas semanas hemos podido leer en estas mismas fuentes, información sobre salidas extraordinarias como la de la Paz y Esperanza de Córdoba, algo impensable hace unos pocos años.

Es cierto que aún existen muchos instalados en posiciones cerradas y catetas que critican la aparición de este tipo de informaciones y abogan por seguir mirando el ombligo de la única verdad verdadera. Pero también es cierto que muchos cofrades sevillanos, han comprendido que la diversidad es riqueza y que de todo se puede aprender, incluso de aquellos que un día creíste que no merecían ni una ligera mirada. Estos cofrades harán aún más grande la Semana Santa de Sevilla, otra vez, y con ella la de todo el Universo Cofrade.

Guillermo Rodríguez










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