A toro pasado siempre es muy fácil tomar decisiones criticando con el cuchillo entre los dientes las que otros han tomado y que el tiempo (en este caso el clima) han demostrado como abiertamente erróneas. Por eso ofrecer una opinión acerca de lo ocurrido este lamentable Domingo de Ramos, por llamarlo de algún modo, que nos ha tocado vivir implica la necesaria vocación constructiva, más allá de cualquier otra consideración, en la búsqueda fundamental de que escenas como las vividas no vuelvan a repetirse al menos lo que nos queda de Semana Santa que, visto lo visto, va a ser más bien poco.
Vocación constructiva que no debe mermar en modo alguno la imprescindible asunción de responsabilidades por parte de quienes tomaron las decisiones fallidas de ayer. Una cosa es que se intente ser comprensivo empatizando con los que tienen la dificilísima tarea de elegir en una situación como la que se produjo y otra muy distinta es que los sujetos decisores no asuman sus actos. Bien es cierto que estamos en un país en el que no dimite “ni el Tato”, estamos hartos de verlo entre la clase política que tenemos la desgracia de padecer, y por supuesto en la dirigencia cofrade. El año pasado, sin ir más lejos, toda Córdoba fue testigo del espectáculo dantesco que ofreció el paso de Humildad y Paciencia por la calle Deanes y el cortejo de la Paz en diversos puntos del recorrido, con imágenes de nazarenos perfectamente identificables con móvil en la mano o apoyados en la pared observando el imposible caminar del paso de misterio por la estrechez y aquí no dimitió absolutamente nadie. Y lo que es peor, el balance de semejante bochorno se saldó con una vergonzosa destitución del capataz del paso de palio, un hombre que pasará a la historia de la hermandad al contrario de todos estos personajillos impresentables que lo pusieron de patitas en la calle. Del resto de responsables de la imagen bochornosa, nada de nada. Este año mandamos el cortejo a la Cruz Roja, lo justificamos con no se qué acto sacado de la manga para que parezca que tiene sentido pasar por allí en lugar de hacerlo porque el paso no cabe por Deanes y punto, y los responsables aferrados a sus cargos como Gollum con el anillo de poder, todo sea por gozar de un lugar de privilegio que adorne la tristeza de ciertas vidas.
De manera que considerando que en este país (ciudad) no dimite nadie, no hemos de esperar, quiera Dios que me tenga que tragar mis palabras, dimisiones en la Entrada Triunfal, en el Amor y sobre todo en el Huerto. Lo ocurrido ayer no tiene nombre. Puedo comprender la dificultad de la toma de decisiones cuando se manejan datos contradictorios, pero permítanme decirles que yo tengo meridianamente clara mi postura en casos como este. Ante la más mínima duda no se sale, nada más que añadir.
La escena del cortejo del Huerto mojándose bajo una lluvia intensa durante hora y media, cierto es que con alguna pequeña tregua, es de todo punto de vista inconcebible. Se puede entender que la cofradía pida media hora y un poco más si los pronósticos así lo permiten. Lo que no se puede entender es que si se ha decidido salir a la calle a las nueve y llueve a esa hora, pretendamos jugar a Moisés con el Mar Rojo y creer que plantar la cruz de guía en la calle provoque la huida despavorida de las nubes. Si a las nueve llueve, se suspende, mala suerte y hasta el año que viene. Pero lo que es absolutamente incomprensible es que empiece a llover cuando el Amarrado está entrando en Carrera Oficial, con el paso de palio en mitad de la calle de la Feria y no se tome la decisión de regresar inmediatamente a San Francisco. Incomprensible salvo que realmente algún iluminado tuviese la genial idea de seguir hacia la Catedral contra viento y marea. Cuando vi bajar a la cruz de guía y el cortejo chorreando por Alfonso XIII se me cayó el alma a los pies. Un final lamentable para un Domingo de Ramos lamentable, sin paliativos.
Algo parecido se puede opinar de lo que sucedió con la Entrada Triunfal y con el Amor. Que iba a llover era una evidencia. A las 9:30 de la mañana comenzó a caer agua en la provincia de Córdoba y ese dato que estaba en poder de Gente de Paz a la hora en que la cruz de guía de la Borriquita se puso en calle, debía estarlo necesariamente en manos de quienes deben tomar decisiones tanto en la hermandad de San Lorenzo como en la de los responsables de la Agrupación. Si se tomó la decisión de salir con ese dato malo pero si no disponía de la información peor aún. En ambos supuestos los responsables deben asumir la que les toca. Y en el Cerro tres cuartos de lo mismo. Quiero creer que la idea era llegar a la Catedral y volver, pero tengamos sensatez, ¿realmente merece la pena dar el espectáculo dado ayer por mi querida Hermandad del Amor?. En una corporación que, no lo olvidemos vive una situación guerracivilista de muy complicado manejo, y en la que, por la especial singladura política por la que atraviesa, se debía haber sido especialmente conservador a la hora de decidir.
Luego vendrán los que hablen de valentía (propia o comparada) e idioteces similares sin haber puesto un duro en su puñetera vida para forjar ese patrimonio que cualquiera de nuestras hermandades viene creando con el sudor de la frente de generaciones enteras, y de los que no tienen a hijos, hermanos o padres cogiendo una pulmonía con una túnica mojada más de hora y media ni les importa si la lluvia afecta gravemente a una imagen y que solamente se mueven a golpe de testosterona. Pero los dirigentes cofrades jamás deben tomar decisiones de este modo, sino con datos en la mano, la cabeza fría y la responsabilidad derivada del cargo y que emana, no lo olvidemos, de la representación otorgada en un proceso electoral, que les convierte en salvaguardas de lo heredado y nunca en dueños de un cortijo en el que pueden hacer y deshacer como les venga en gana.
Por favor, tomen buena nota quienes tienen la obligación de decidir hoy, mañana, pasado y en años sucesivos, para que lo vivido ayer no vuelva en ningún caso a suceder. Ante la duda, por pequeña que sea, hay que quedarse en casa, sí o sí, que no pasa nada. Y si se decide salir y se yerra, sometiendo al patrimonio artístico y humano a un riesgo cierto e innecesario, se asumen responsabilidades, como corresponde a quienes se visten por los pies, sin mirar para otro lado como si la cosa no fuese con ellos. Es lo que hay, el que no sea capaz, que se marche a su casa y ceda los trastos a quien sepa y pueda, porque esto también va con el cargo, que no todo van a ser fotos, sillas reservadas, incienso y varas de mando.
Guillermo Rodríguez
Foto Mª Victoria Domingo