Blas J. Muñoz. Todo está dispuesto o, al menos, lo parece. Y es que la Semana Santa de 2016 no será igual a las de los últimos años. Entre los numerosos motivos, uno sobresale de forma obvia sobre los demás, la Catedral. Las cofradías acudirán (si el tiempo lo permite) todas al primer templo de la diócesis y Santa María de la Asunción hablará del compromiso de las cofradías. El mismo no puede quedar al margen de la historia que nos ha traído hasta este momento, como tampoco se entendería que la decisión adoptada por la Asamblea de Hermanos Mayores fuese flor de un día.
Probablemente, en el posicionamiento colectivo de los cofrades de la ciudad encontremos la acariciada idea de que la carrera oficial se traslade, en un futuro cercano, a la antigua basílica de San Vicente. Como también resulta lógico pensar que, de lo que acontezca estos días, deberá extraerse información valiosa para planificar el futuro. Más allá del proceso electoral que marcará el verano y que no debe impedir ni ser obstáculo para que el camino se siga andando. No sería lógico que se repitiesen las escenas que se van a ver este año, en cuanto a la heterogeneidad, por ejemplo, del paso de las cofradías por carrera oficial.
Sea como fuere, el momento ha llegado y ahora toca disfrutar de los días Santos. Jornadas en que se pondrán en la calle, estrenos, ilusiones y un trabajo concienzudo. Los dos intnsos meses de reuniones para aunar horarios, el cambio musical de la Hermandad de las Angustias, el patrimonio adquirido que presentan Sentencia, Esperanza, Perdón y un largo etcétera de hermandades, los capataces que se enfrentan por primera vez al reto de un nuevo paso...
La Semana Santa de la incertidumbre ha llegado y, ahora, solo ahora, toca disfrutar de ella, sin conclusiones ni análisis en caliente. Ese tiempo vendrá después. Lo que toca es disfrutar en el templo ansiado del paso de las hermandades que, tantas décadas ha costado conseguir.
Foto Jesús Caparrós