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jueves, 7 de abril de 2016

El cáliz de Claudio: Perdonen el atrevimiento


Hoy toca. Ya lo venía rondando desde hace semanas, quizá, meses o tal vez siempre ha estado ahí. La banalidad en que incurre la Semana Santa como argumento subjetivo es tan o más demagógico, si se quiere, que cualquier artículo firmado por mí, no voy a buscar la excusa del otro, sobre las relaciones de la política con las cofradías.

La banalidad, ahí está el quid del asunto. La banalidad del costalero que se arremanga la pernera y se coloca la arpillera para que tenga que ir con el cuello hacia atrás, en una forzada pose que resulta histriónica. La banalidad del que sube vídeos a YouTube con ladrillazos de pasos y los comparte por whatsapp para que se hagan virales. La banalidad de quienes lo dan todo en Twitter o en instagram... ¿Hace falta seguir?

Pues resulta que, como cada vez que digo de este agua no beberé -o de esa marca de cerveza no probaré-, pruebo y bebo. Y no me disgusta y por qué no puede ser una muestra más de cómo avanzan los tiempos, cambian las prioridades y la Semana Santa evoluciona en las formas. No se trata del fondo. Si se confunde, los profetas del Apocalipsis Now ya tienen argumentos para diez columnas de opinión. 

Y ahí está el reverso de la banalidad, en el alarmismo y su apología del miedo. Ya sé que no hay Farfanes ni Penitentes. Todo lo que no sea ortodoxo es malo. Lastima que no se sepa ver que de la heterodoxia nacieron en su día los movimientos que ahora se consideran clásicos. No serán los vídeos de YouTube los que dominen el mundo, ¿o sí? Lo que está claro que algún capataz irá más atenton la próxima vez por si lo graban estampado un paso porque puede que los santos en vida -no sólo los que tienen esos percances- bajen de los altares. Eso sí sería un cambio.

Blas J. Muñoz



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