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miércoles, 25 de mayo de 2016

La Crónica: Chicotás salesianas con María Auxiliadora


José Ignacio Dionisio. Una y media de la mañana del ya 25 de mayo. Ya sentado en el sofá de casa tras la ducha de rigor me dispongo no a escribir un artículo de opinión, tampoco el desarrollo de una noticia. Hoy, gracias al equipo de Gente de Paz, plasmaré con mayor o menor atino las vivencias de quien hoy ha participado por primera vez en la estación de penitencia que ha acompañado a María Auxiliadora por las calles de su barrio salesiano.

Lo realizo con premura con el afán de no dejar nada en el tintero, aunque por buen seguro habrá detalles que se me escapen, y sólo eso, detalles, porque el groso de mi alegría y sorpresa podría recitarlo de memoria en días venideros. Pero para no dejar a la suerte un exceso de confianza que dé al traste con lo que quiero compartir con todos los lectores trasnocharé con mucho gusto para mandar a la redacción lo que expondré aquí abajo.

No sólo debutaba hoy acompañando a María Auxiliadora siendo uno más en la cuadrilla que hoy le daba un paseo, también he de reconocer -y entono el mea culpa- que es la primera vez que mis ojos disfrutaban con la imagen de la Señora Salesiana en procesión. A pesar de ser nacido y residente en Córdoba, y de amar el mundo cofrade, mi atípico y personal sentido de este mundo me había llevado a dibujar las “glorias” de otro color que sin duda alguna no componía la estampa que he podido degustar en el día de hoy.

Con mis pantalones blancos impolutos complementados con las que rachearían por la irregular calzada a ratos, llegaba al patio del colegio Salesianos que para mi sorpresa lucía aún más blanco que el atuendo de los que poco a poco iban llegando costal en mano. Y es que un mar de sillas se abría camino ante un cuidado altar flanqueado por enormes telas azul claro que se confundían con el raso cielo que nos brindaba la tarde. Ya había escuchado la muchedumbre que se agolpaba para recibir a la Madre de Dios en ese patio, pero es algo que uno no se cree hasta que lo ve con sus propios ojos y eso no tardaría en darse.

A la hora exacta el repicar de campanas anunciaba el momento justo en el que los bajitos realizaban la primera levantá a la orden de Juan Carlos Vidal. Poco a poco el dorado paso iba abriendo camino hasta colocarse delante de los que expectantes aguardaban el pequeño traslado desde la Iglesia de María Auxiliadora al patio que abarrotaban cerca del medio millar de devotos. La imagen no puede dejar indiferente a nadie, ni siquiera a los que año tras año lo contemplan. Padres, niños, profesores, religiosos, costaleros, acólitos, capataces, todos con sus miradas clavadas en la que minutos más tarde enfilaría la puerta del colegio para pasearse al son de la Banda de Música de Mairena del Alcor que ha sorprendido a muchos de los que hemos tenido el placer de escuchar.

Primera mano debajo de las trabajaderas de Nuestra Señora y al calor primaveral se suma el de los fieles que arropan a los costaleros con sus ánimos y palabras de cariño. Son chicotás sin notas musicales, pero con vítores que se pueden seguir con el izquierdo sin dudar. Pero el himno que nos une comienza a sonar y ahora sí que nos metemos en el trabajo flotando. Las calles cambian y el paso permanece inalterable con una cuadrilla de categoría, de las que les pueden a los kilos, a los baches y a cualquier entendido que ponga algún pero. El segundo relevo sin duda alguna no se me olvidará fácilmente, y es que una chicotá con Hosanna in Excelsis de fondo combinada con un empedrado de los de “tela” y una mano de las de “nos vemos” hace que uno quiera repetir y repetir, más aún cuando los que mandan desde fuera -llámese Vidal, Casares, Barrios o Cabanes- te hacen sentir que de allí al fin del mundo. ¿El resto? Tres chicotás y de la Calle Frailes nos plantamos ya adentrados en María Auxiliadora.

Las chicotás, las marchas y el andar con clase no sería posible sin un equipo, da igual cómo se llamen, pero todos de la categoría de los que se llaman Alejandro, Ricardo, Salva, o Rafael, bien sean de espíritu salesiano, del barrio del Zumbacón o de pueblos como Pedro Abad, todos esos que se apoyan los unos a los otros con el único afán de darle el paseo a quien se lo merece.

Podría seguir extendiéndome sumando líneas, pero tanto el sueño -que ya aparece- como el no querer aburrir, me hace resumir el resto con algo tan sencillo como directo. Impresionante y el año que viene más. Un fuerte abrazo a la familia Salesiana.

Y en “off-topic” sólo una reflexión que no podía dejar pasar y es algo que mezcla el respeto y la educación con el oficio del costal y las canas. Jóvenes que leéis estas pocas líneas, antes de hacer comentarios precipitados bajo los pasos al que tenéis delante, atrás o a vuestro lado, paraos a pensar si en dos días creéis saber más que el que lleva algunas “semanas”, y si sin estudios podéis permitiros el lujo de dar clases tan a la ligera por el mero hecho de llevar camisetas de tirantes y practicar posturas frente al espejo de casa.

Crónica Gráfica Antonio Poyato

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