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domingo, 8 de mayo de 2016

La Hermandad del Amor engrandece su historia


Blas J. Muñoz. Las cofradías se distinguen por atesorar su historia como un legado que entregar a cada nueva generación. Es una especie de relicario invisible que no encuentra su espacio físico en los libros de actas o en las crónicas, por más que éstas sirvan de fuente vehicular para conocer qué sucedió. Sin embargo, en el "cómo ocurrió" es donde entran las generaciones, de padres a hijos, de abuelos a nietos, de la experiencia a la juventud que recibe el acervo inmaterial de su fe, avivada en una hermandad como puede ser la del Amor.

Así, durante más de medio siglo, la cofradía del Cerro ha ido manteniendo la llama que se encendiera en 1955 en el barrio de Fray Albino, donde se escribió una parte importante de la historia de la ciudad, en la que su florecimiento vino de la mano de personas que apostaron por el crecimiento de la urbe en todos sus ámbitos y donde las hermandades volvieron a erigirse como parte imprescindible para comprender y valorar, en toda su amplitud, dicho momento histórico.

Sesenta y un años de historia de la Hermandad del Amor que se ofrendaban este domingo 8 en la Parroquial de Jesús Divino Obrero a través de la celebración de una Eucaristía solemne que se ofrecía por todos los difuntos del la corporación, desde su fundación. Toda vez que en la homilía oficiada por su Consiliario, Rvdo. Antonio Murillo Torralbo, este reflexionaba sobre el cielo, cuando en muchas ocasiones, al presentársenos problemas, desgracias, catastrofes, nos paramos a mirarnos a nosotros, y que hay que mirar al Señor y al Cielo y confiar en la Providencia del Señor.

Las cofradías se distinguen por atesorar su historia como un legado que entregar a cada nueva generación y entregarla como un pretérito que se actualiza en la palabra y las obras, en cada altar de cultos, en cada Besamanos, Besapiés, en cada acto formativo, peregrinación, labor social, estación de penitencia... Las hermandades, como la del Amor en este caso, se hacen grandes cuando realizan su introspección y conmemoran el primer día, el punto de partida de u  sueño perpetuo.



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