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miércoles, 15 de junio de 2016

De trama simple: Una nueva transición


Desde que en 1975 se formara la primera cuadrilla de hermanos costaleros de Córdoba, al mando de Rafael Muñoz, en la hermandad de la Expiración, la evolución del mundo del costal ha sido constante.  Aquellos fueron los primeros hombres en llevar costales y venían a sustituir a los llamados faeneros o cargadores, comúnmente conocidos como profesionales, pues realizaban la labor de portar nuestras imágenes a cambio de una remuneración económica, siendo elegidos por un capataz, al que acompañaban a lo largo de la semana santa en todos los trabajos que les encomendasen.

Cómo todos sabemos, en toda transición, no todo es un camino de rosas y muchas fueron las dificultades de aquellos que iniciaron este proceso que llega hasta nuestros días: pequeñas revueltas, falta de experiencia, juventud, etc. fueron equilibradas por: ilusión, armonía, mando, autoridad, amistad, compañerismo y sacrificio. Aquellos costaleros y capataces fueron los encargados implantar el germen de cuadrillas futuras, los encargados de transmitir un legado innovador, revolucionario, donde algunos llegaron a ser capataces haciendo posible que esa semilla diera buenos y abundantes frutos.

El mundo del costal, las cuadrillas y los capataces han sido objeto de ríos de tinta que reflejan el interés que estos grupos suscitan y es que siempre pululando alrededor de este movimiento ha existido alguna temática interesante, desde la temida “crisis de costaleros” pasando por la devoción o la afición de los mismos, la compostura y su saber estar, sus ropas, su compromiso con los titulares, e incluso el poder de estos sobre órganos de gobierno de hermandades, son temas siempre recurrentes en cualquier tertulia cofrade. Tanto ha sido el interés y la repercusión social y económica de estos que incluso se ha estudiado su labor a nivel físico, médico y psico -social, llegando a celebrarse congresos y numerosas ponencias multidisciplinares que intenta analizar esta tradición tan nuestra.  Y es que el mundo del costal tiene una atracción especial para aquellos que lo prueban, los sentimientos y las emociones que se viven bajo las trabajaderas de cualquier paso son algo intimo e indescriptible, quizás ahí  radique el secreto de su éxito. Una droga que tanto llena y a tantos mueve debe tener algo más que afición, al menos yo quiero pensar que es la fe la que nos moviliza y la que nos da fuerzas para seguir en esos momentos de sufrimiento, donde se siente tan cerca al hermano, al compañero de trabajadera que te abraza y que te ayuda en esos momentos donde todos por igual, sin importar clase social, edad, ni procedencia, levantan sus cuerpos al cielo para llevar al hijo de Dios o a su bendita madre por las calles de nuestra ciudad. 

Aquella semilla está viva y activa, algo que constatamos igualá tras igualá, salida tras salida, pero podemos decir que está en un momento diferente. Atrás quedaron cuadrillas pobres en número y en técnica, repletas de jóvenes imberbes, inexpertos pero llenos de ilusión, donde el capataz tenía la misión de enseñar, educar y trasladar su conocimiento desde cero. Hoy, según mi opinión, nos encontramos ante una nueva transición en el mundo de abajo, donde las ropas, las maneras de trabajar, el conocimiento del trabajo y casi la especialización de aquellos que protegen su cuello con arpillera es evidente, y la evolución así lo demuestra, pero esta transformación genera otro tipo de demandas hacia los que estamos cercanos a ellos. La concepción del trabajo, las formas, los estilos, las modas, hacen que estemos en un proceso de cambio. A los capataces de hoy se les exigen habilidades distintas, pasando de educadores a  gestores de un grupo. Ahora las habilidades sociales, la capacidad de adaptación y un toque de exigencia que los diferencie de modas y estilos son casi una premisa silente. La mayor evaluación llega ahora desde dentro y las cuadrillas se mueven a golpe de trabajo, seriedad, compromiso y exigencia. El mundo del costal se ha vuelto a profesionalizar pero esta vez sin remuneración económica y todos los que estamos viviendo esta nueva etapa, debemos adaptarnos a ella, pues las tradiciones o evolucionan o tienden a desaparecer.



Manuel Orozco



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