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sábado, 25 de junio de 2016

El Cirineo: Involución y analfabetos cofrades


Nuevamente, la historia se empeña en demostrar a propios y extraños su vocación cíclica, a pesar de que hay puntos a los que jamás pensábamos que regresaríamos quienes vivimos nuestra infancia en lo que un día fue la maravillosa y ejemplar transición, denostada y menospreciada en los últimos tiempos por un rebaño de repugnantes populistas que jamás se jugaron su libertad corriendo delante de los grises como sí hicieron algunos de nuestros familiares, y se dedican a mirar por encima del hombro al resto de la sociedad arrogándose la condición de pueblo que le niegan a los que no piensan como ellos, como buenos antidemócratas totalitarios.

En un día tan significativo como este, resulta extremadamente descorazonador comprobar cómo se antoja inevitable que el país se despeñe irremisiblemente por el sumidero del fascismo social y económico que subyace bajo ese mantra de felicidad falsa que oculta una venganza latente contra el diferente al que consideran enemigo y al que harán pagar su osadía por atreverse a expresar su pensamiento divergente. Algunos estamos irremediablemente señalados para siempre.

Esta misma involución que evidencia este comportamiento cíclico que materializa que “la historia se repite” y que parece extenderse como una mancha de sucio y maloliente aceite usado por todos los ámbitos de la sociedad que nos rodea. Así, no solamente se inundan las paredes de cartelería propagandística que podría haber salido directamente de los publicistas de las tropas republicanas guerracivilistas o de la Alemania de Goebbles (mismo perro con distinto collar) o las redes sociales de gentuza que manifiesta su devoción por terroristas asesinos sin ningún tipo de pudor, en ocasiones incluso instalados en la poltrona de la presunta condición de estadista que sólo engaña a quien se deja engañar, sino que alcanza a los rincones más insospechados de la sociedad que nos ha tocado vivir.

Porque esta involución ha llegado incluso al movimiento cofrade. Por más increíble que pueda parecer, dirigentes de diversas hermandades cordobesas se declaran votantes y militantes activos de esta corriente de pensamiento único que amenaza con dilapidar de un plumazo el esfuerzo de construir una convivencia pacífica con el sudor de la frente de generaciones enteras y destruir para siempre la democracia en la que vivimos. Hay quienes incluso encabezan propuestas electorales e irremediablemente terminarán dirigiendo algunas de nuestras corporaciones. Votantes de una secta disfrazada de partido político que odia a la iglesia de la que todos los católicos formamos parte y por extensión a todoloquehuelaaincienso, que ocupan lugares de privilegio en varias de nuestras juntas de gobierno, algunos con la vara dorada al alcance de la mano. Lo que viene siendo, citando al sabio refranero popular español, "poner a las zorras a cuidar de las gallinas".

Por eso no es de extrañar que ya se hayan escuchado voces que propugnan una rebelión contra el sendero iniciado por la Córdoba Cofrade sencillamente porque se ha hecho en connivencia con la Iglesia a la que pertenece, les guste o no, que en el fondo no viene sino a convertir a una Semana Santa que tradicionalmente ha vivido de espaldas a la Iglesia, en otra en la que ésta se sitúe en el centro mismo de la celebración, que a fin de cuentas es lo que significa acudir en masa a la Catedral, imbuir de un inequívoco sentido religioso a una expresión que, despojada de él, no es muy diferente de una cabalgata o una manifestación sindical. Por si no ha quedado claro, salir a la calle vestidos de nazarenos para darle un paseo por el barrio a dos figuras sobre un paso, sin hacer estación de penitencia ante el Santísimo no es muy diferente a sacar una cabalgata o jugar a las muñecas, y despoja de cualquier sentido religioso a una manifestación que se reduce a la nada si carece de él. Y que después de la que ha caído, continúen existiendo dirigentes que defiendan que no se les ha perdido nada frente a Jesús Sacramentado, demuestra fehacientemente que algunos no tienen ni puta idea de lo que significa una cofradía. Argumentos que devuelven a nuestras hermandades a épocas que muchos pensábamos olvidadas para siempre, sometidas a auténticos alfabetos cofrades a los que, siendo incapaces de encontrar la relación de un cirio rojo con el carácter sacramental de una hermandad, resultaba imposible hacer comprender que había que realizar una estación de penitencia y no un “desfile procesional”.

Que hablen de bordar palios, de celebrar extraordinarias o de cualquier otro aspecto superfluo sin importancia, reduciendo a la nada más absoluta a sus hermandades y por extensión a todo el movimiento cofrade de esta ciudad de cuyas vacías tradiciones estos mismos sujetos se declaran defensores, obviando el aspecto sustancial que exige salir a la calle cada primavera, es un mal chiste que provocaría carcajadas a cualquiera que sepa un poquito de cofradías, si no evidenciase el dramatismo extremo de tirar por la borda el esfuerzo cofrade de varias décadas porque vuelven a alcanzar el poder en algunas de nuestras hermandades personajes que demuestran que carecen de la más mínima formación para ocupar un cargo en una junta de gobierno y mucho menos para asumir la responsabilidad de liderarlas. Y en este punto sería muy recomendable la urgente intervención de la autoridad eclesiástica, que para eso, entre otras cosas está, para exigir una formación mínima a quienes deban asumir la responsabilidad de un cargo. Si un individuo no sabe a estas alturas que se sale a la calle para realizar estación de penitencia ante el Santísimo y no para darse un paseíto por el barrio de al lado, debería quedar automáticamente inhabilitado para aspirar a ser hermano mayor o miembro de una junta de gobierno. Y si se ha de recurrir a una junta gestora, que se haga. Por cierto, más de uno debería leer un poquito de historia antes de tirarse a la piscina para hablar de si existe o no tradición de que las cofradías vayan a la Catedral de Córdoba, igual se llevaba una sorpresa.

He de reconocer que mi esperanza de frenar la involución que afecta a la sociedad en su conjunto es prácticamente inexistente. Sin embargo todavía estamos a tiempo de que la que comienza a sufrir peligrosamente nuestra Semana Santa sea erradicada en seco antes de que su podredumbre nos dañe a todos. Ojalá quienes han de tomar decisiones lo hagan antes de que sea demasiado tarde. Ya hemos visto el peligro que supone dejar crecer el monstruo del populismo barato en la política española. Cortémoslo de raíz en nuestro universo cofrade, antes de que lo devore por completo.

Guillermo Rodríguez

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