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miércoles, 8 de junio de 2016

El Suspiro del Ángel: El capataz belicoso


Suspira el querubín batiendo las alas a todo tren para huir de la ola de calor africana pero suda más que si se estuviera quieto en una nube y no tendría la cara roja del sofoco y no de desayunarse unos cuantos carajillos de sol y sobra, aunque una buena sombra es lo que quiere.

Suspiros alados por esos capataces mayores que lo eran todo en su hermandad y creían que mandarían a título más que emérito. Y un día llegó  un delfín y se convirtió en tiburón y le mordió la banda y los aniversarios. 

Suspira el Ángel porque sabe que los enfados se pagan con el que menos culpa tiene y cuando suena la banda arria el paso y ahora le gusta más el tambor que las saetas y anuncia en grupos virtuales cabildos infernales, mientras juega en otros campos donde los amigos le aseguran la prejubilación.


Joaquín de Sierra i Fabra




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