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martes, 30 de agosto de 2016

El Cirineo: El futuro ante nuestras narices


Les voy a decir una cosa. Nunca he sido un defensor de hacer Estación de Penitencia en la Catedral. Calma, calma, no se pongan nerviosos los defensores del pensamiento único. Quienes me conocen, siempre me han escuchado decir que me resultaba ridículo “salir a darse un paseíto por la calle” sin realizar Estación de Penitencia ante el Santísimo, reduciendo el significado de la procesión a un desfile, a una mera manifestación de fe, en el mejor de los casos –con lo de moda que se está poniendo este concepto últimamente- o a una suerte de cabalgata en la que los pastorcitos o los disfrazados de cualquier cosa eran sustituidos por nazarenos en el peor.

Recuerdo perfectamente cuando algo comenzó a cambiar entre determinados responsables de algunas de nuestras hermandades –básicamente la formación de quienes accedían a puestos de relevancia- permitiendo que el paseíto -el desfile procesional lo llamaban- se convirtiese en Estación de Penitencia y cómo, pese a llenarme de satisfacción el giro de pensamiento, nunca vi la necesidad de que este acto –este sí, de fe- hubiera de realizarse obligatoriamente en la Catedral, que dicho sea de paso, para mí siempre ha sido Mezquita-Catedral antes de que el Cabildo “diese permiso” para denominarla nuevamente de este modo antes de ayer, vaya usted a saber por qué... Como recuerdo aquellos primeros años de la Merced postrándose ante el Santísimo Sacramento del Altar en el Colodro, dando lecciones de buen hacer mucho antes de que otros, que ahora se permiten el lujo de exigir sacrificio a quienes llevan toda su vida sacrificándose por la Semana Santa de Córdoba, ni tan siquiera se hubiesen planteado el sentido de acudir a la antigua Basílica de San Vicente. O aquella Estación de Penitencia que la Esperanza realizó en Santa Marina demostrando a la Córdoba Cofrade que no era imprescindible adentrarse por la Judería para que el fin último se alcanzase. Una Judería que al parecer ahora nos van a quitar, o casi. Y es que no hay mejor forma de que el personal esté dispuesto a comulgar con ruedas de molino que la sensación de premura en la toma de decisiones. Si no ¿de qué se iban a plantear las cofradías utilizar un itinerario tan rematadamente horroroso como Fleming o la Ronda de Isasa?. ¿Se imaginan hace quince años a alguien defendiendo semejante disparate, o proponiendo que la calle Deanes quedase prácticamente huérfana de nazarenos en Semana Santa? Le hubiesen tachado de tarado y sin embargo ahora nos parece lo más normal del mundo.

Sin embargo, rectificar es de sabios y lejos de pretender serlo, mi opinión al respecto se ha ido modificando paulatinamente. Les explico. Entre las múltiples conversaciones que llevo manteniendo en los últimos tiempos con diferentes hermanos mayores, y entre los muchos argumentes oídos y escuchados, he de confesarles que una frase ha llamado poderosamente mi atención, “quien prueba la Catedral, ya no quiere otra cosa”. Pues bien, yo soy una de esas personas. Después de acudir al primer templo de la Diócesis para realizar Estación de Penitencia ante el Santísimo y pese a que hace dos años, el paso de mi cofradía por la Catedral fue cualquier cosa menos una Estación de Penitencia, al menos en mi tramo y hasta donde la cercanía me permitió observar las evoluciones del cortejo, básicamente por desconocimiento de los nazarenos y de quienes debían explicarles lo que había que hacer, y a pesar de que tengo la firme creencia de que hay que entrar en el bosque de columnas y no basta con quedarse en la puerta, he de reconocer que, más allá de retrasos y carencias subsanables, hoy por hoy deseo que el traslado de la Carrera Oficial al entorno de Catedral se convierta en realidad. Y eso que en el caso de mi cofradía, que sólo lleva tres años, si la memoria no me traiciona, realizando Estación de Penitencia en las calles de Córdoba, el acto penitencial se realizó en San Miguel mejor que en ningún otro sitio.

Eso no implica en absoluto que esté de acuerdo con el plan presentado por la Agrupación de Cofradías para análisis y valoración de sus responsables. Me parece absolutamente innecesario renunciar a Deanes como vía de entrada o salida del itinerario común, salvo que exigencias de seguridad, no suficientemente explicadas –ni analizadas- impongan lo contrario, y creo igualmente que el traslado sin que la segunda puerta sea un hecho, o al menos sin que exista un compromiso firme por parte de esa club de paniaguados que en ocasiones llamamos políticos, puede tener consecuencias en su apertura –coincidiendo con la opinión de más un responsable cofrade-. No estoy en absoluto de acuerdo con la puerta elegida como acceso a la Catedral y por extensión con la señalada como salida, entiendo que el sentido lógico debería ser el inverso. Y tengo la creencia de que una Carrera Oficial que no permita una circulación fluida y perfectamente secuencial de cofradías, como la que se está planteando, es un chiste, además de un coñazo insufrible para quienes ocupen una silla o un palco en el itinerario común, y provocaría retrasos de auténtico escándalo, como se pudo constatar este mismo año.

No obstante agradezco sinceramente el paso adelante dado por los máximos representantes de la Córdoba Cofrade con su elaboración, en una situación muy complicada, y frente a quienes propugnan demorar la decisión amparándose en ello, tengo mis dudas de que sea imprescindible aguardar a la apertura de la soñada segunda puerta y que debamos enrocarnos en no permitir una nueva Carrera Oficial hasta que esta no sea posible. Lamentablemente los tiempos de la clase política difieren notablemente de los de las personas normales. Que nadie sueñe, por tanto, con una segunda puerta en los próximos años. Demorar el traslado sine die probablemente sea un lujo que no nos podamos permitir, porque correríamos el riesgo de que “la cosa se enfríe” y retornen al poder personajes que carecen de la formación necesaria para entender lo que significa realizar Estación de Penitencia, como ya ha ocurrido en cierta corporación cordobesa, y lo que ahora es factible, deje de serlo poco a poco con el paso del tiempo. Tal vez sea preferible adoptar ahora una solución provisional, haciendo desaparecer la Carrera Oficial cateta y prescindible –como diría Míster Chiringuito- que hemos venido padeciendo generaciones enteras de cofrades de esta muy cainita ciudad de Córdoba, en la que lo fácil es sentarse a mirar como otros trabajan para luego criticar lo trabajado.

Por mi parte, valoro muy positivamente el esfuerzo de la Agrupación de Cofradías, que preside Francisco Gómez Sanmiguel, de poner negro sobre blanco un proyecto, aunque mi pensamiento difiera en buena parte del mismo. Porque es mucho más de lo que otros, que se llenan la boca con la palabra Catedral, han sido capaces de hacer antes, y porque implica una extrema dificultad pretender un acuerdo en un grupo de dirigentes entre lo que se encuentran los optimistas exarcerbados, capaces de hacer lo que haga falta por conseguir el traslado, “aunque haya que ir hasta el Arenal para lograr la cuadratura del círculo”, los negacionistas que ocultan vergonzosos deseos de poder que intentan satisfacer después de no haber tenido los arrestos suficientes para postularse en un proceso electoral, y los que se hallan entre dos aguas convencidos de que el acuerdo es posible pero sin saber muy bien cómo, creyendo que algún efecto mágico eliminará las dificultades “por arte de Birlibirloque”.

En un proceso tan complejo como este, la generosidad será imprescindible, qué duda cabe, y está por ver si existen dosis suficientes entre nuestra clase dirigente para renunciar a parte de su esencia por alcanzar el objetivo. Será necesario abordar, o al menos valorar, un cambio de orden de paso prácticamente cada uno de los días que configuran nuestra Semana Santa –llegado el caso, y consciente de que estoy “mentando a la bicha”, yo plantearía incluso cambios de día de salida. A lo mejor este es el momento y sería un buen modo de racionalizar y cuadrar itinerarios y horarios-. Y sería deseable, irrenunciable, arrancar un compromiso de apertura de la segunda puerta, por parte de quienes corresponda. Hemos de ser plenamente conscientes de que, por mucho que el caduco gurú que se dedica a poner fotos en su blog de “aquella añorada época” en que su opinión era temida -más que respetada- en esta ciudad, sin la segunda puerta, cualquier solución ha de ser transitoria. Un remiendo temporal cuyas costuras terminarán estallando resultando insuficientes. La segunda puerta es –debe ser- irrenunciable, y toda decisión adoptada debe implicar la provisionalidad y el compromiso de su apertura. 

Por estas y otras razones es indispensable manejar la calma necesaria para obrar con la cabeza fría y ser conscientes de que no pasa nada si no se logra el cambio para 2017. Los dirigentes de nuestras hermandades tienen en sus manos una decisión histórica, sea cual sea el desenlace. Una decisión que afectará decisivamente al futuro de nuestra Semana Santa, para bien o para mal, a su credibilidad y a su potencial proyección futura. Mantener la Carrera Oficial actual, que no le quepa duda a nadie, es una tara que no nos podemos permitir por mucho más tiempo, pero las prisas no son buenas consejeras y las decisiones de este calado han de ser tomadas con la suficiente reflexión y el sosiego de quien comprende la trascendencia y las consecuencias de sus actos. El futuro está ante nuestras narices. Ahora hay que ser capaz de descifrarlo.

Guillermo Rodríguez





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