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viernes, 30 de septiembre de 2016

75 años de hermandad. Tres siglos de devoción


Esther Mª Ojeda. Tan solo un día falta para que el pueblo de Córdoba pueda finalmente ser testigo de la histórica y extraordinaria salida de Nuestro Padre Jesús Rescatado. Será esta una intensa jornada con la que la hermandad de la Parroquia de Santa María de Gracia clausurará los diversos y emotivos actos que se han venido sucediendo a lo largo de los últimos meses con motivo de su 75 Aniversario fundacional y que se comenzó vaticinando con la instalación de los nuevos retablos cerámicos de ambos titulares a las puertas del cocherón desde el que habitualmente salen.

La salida contará con el aliciente que sin duda supone ver al Señor de Córdoba y María Santísima de la Amargura recorrer el inigualable marco del Patio de los Naranjos para adentrarse al fin en la Catedral de todos los cordobeses, cumpliendo así con el propósito que se vio frustrado el pasado Domingo de Ramos.

Ante esa alentadora expectativa, es obligado en un día como hoy hacer un recorrido por los orígenes de la cofradía que se constituyó en torno a las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado y María Santísima de la Amargura que los cordobeses tanto han venerado a lo largo de los años hasta convertir a la corporación en una de las más célebres de la ciudad califal y al Señor en uno de los rostros más representativos de ella. 

La tradición hunde sus raíces en 1713, año en el que se comienza a tener constancia de la devoción a la talla cristífera con la fundación de una hermandad erigida en su honor aunque, por distintas circunstancias, su historia se ve interrumpida hasta que en 1941 la corporación queda definitivamente constituida a iniciativa de un grupo de devotos del Señor  hasta que, en 1942 realiza su primera estación de penitencia en la jornada del Jueves Santo.

Sin embargo, la imagen del Señor de Córdoba sí que ha sido una presencia constante para sus devotos desde que en el citado año de 1713 Fray Cristóbal de San Juan de Mata encarga la hechura del cautivo al imaginero Fernando Díaz Pacheco, quien la realiza inspirándose en la talla de Jesús de Medinaceli de Madrid. Se iniciaba así desde el primer momento un vínculo gracias al que Nuestro Padre Jesús Rescatado tomaba su nombre del mítico rescate del popular Cristo madrileño por parte de la orden trinitaria y que prolongaría a lo largo de los años con la Casa Ducal de Medinaceli.

Se alzaba así la imagen del Señor de Córdoba como una de las máximas expresiones artísticas del Barroco, un estilo visible en detalles como la tensión revelada por sus manos. Se trata, en su conjunto, de una talla completa de brazos articulados en el que aun con los numerosos factores característicos en Él, los aspectos más reseñables que lo han convertido en una obra única son su inconfundible pelo postizo y la baja y conmovedora mirada que tanta devoción ha suscitado a través de sus siglos de historia.

Como en muchos otros casos, la veneración a Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado se ha materializado de múltiples maneras aunque, en este caso, merece la pena deterse a recordar algunas de las inestimables donaciones con las que estamos acostumbrados a verlo como son la túnica que le regaló el torero Sánchez Toro – que suele lucir en su camarín – y la donada por la Duquesa de Medinaceli, diseñada por González del Campo y bordada en oro sobre terciopelo morado. Una estética que siempre se ha completado con el típico escapulario trinitario que descansa sobre el pecho del Rescatado.


Por su parte, María Santísima de la Amargura llegó a la cofradía de la Plaza del Alpargate como la realización de un deseo que la Junta de Gobierno había albergado desde la fundación de la hermandad. Un deseo que no se demoró mucho, ya que fue en 1942 cuando el escultor José Callejón dio forma a la que habría de convertirse en la querida titular mariana de la corporación para realizar su primera estación de penitencia en el año 1945.

No obstante, ese primitivo aspecto de la Virgen de la Amargura desaparecería con la intervención acometida por el insigne Juan Martínez Cerrillo en 1966. Con aquella remodelación la dolorosa experimentaría una sucesión de notables cambios fácilmente apreciables en su rostro que, ahora, había perdido su característica redondez para pasar a tener unas formas más planas y acordes con la moda. Aunque sin duda  lo más destacable del proceso llevado a cabo por Cerrillo y que hizo que su expresión se transformase en otra totalmente distinta fue el cambio de la dirección de su mirada al frente, antes elevada al cielo y con gran fuerza expresiva.

Décadas más tarde, ya en 1999, María Santísima de la Amargura hubo de volver a someterse a un nuevo proceso de restauración que se confió a los imagineros Francisco Romero Zafra y Antonio Bernal, dotándola de una recuperada belleza enfocada en gran medida en la policromía y reformando, por otro lado, su afectado candelero en cuyo estado había causado estragos el paso del tiempo.

Con sendas historias a las espaldas, la hermandad del Domingo de Ramos ha logrado establecerse como una de las corporaciones cordobesas de mayor reconocimiento, recibiendo las constantes visitas de los fieles que durante todo el año se acercan a su sede para devolver la mirada al Señor de Córdoba y sentirse arropados por la ternura maternal que se desprende de María Santísima de la Amargura.


Fuente fotográfica Hermandad de la Misericordia





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