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lunes, 3 de octubre de 2016

La intensa historia de la Hermandad del Descendimiento


Esther Mª Ojeda. La Hermandad del Descendimiento se caracteriza por su llamativo y singular estilo en el Viernes Santo cordobés, una jornada en la que la corporación del Campo de la Verdad – quizá también con la cofradía de los Dolores – se alza como contrapunto de color y sones en una tarde en la que la ciudad califal impera el recogimiento, la sobriedad, el luto y el silencio que, junto con el incienso, parece adueñarse del entramado de callejas de la Judería.

Es fácil, a día de hoy, pensar en la hermandad de San José y Espíritu Santo como en la alegre cofradía de barrio que atraviesa el Puente Romano, deteniéndose frente a la efigie de San Rafael y resplandeciendo en la noche del Viernes Santo con el magnífico paso dorado sobre el que se alza el Cristo de perfecta anatomía que tallase Amadeo Ruiz Olmos. Sin embargo y a pensar de la relativa juventud de la corporación, su historia no ha estado exenta de anécdotas y cuantiosos cambios con los que, poco a poco, la cofradía ha ido evolucionando hasta llegar a configurarse de la forma en la que la conocemos en el presente.

Según la documentación hallada, ya en el siglo XVI existió una hermandad homónima en la Iglesia de San Pablo que con el tiempo desapareció y que, pese a lo que quepa pensar a priori, no guarda relación alguna con la actual. Fue  entonces a principios del siglo XX cuando la Hermandad del Descendimiento comienza tímidamente su andadura, retomando unos antecedentes que se remontaban a la Ermita del Santo Cristo, próxima a la ribera. Dicha sede fue, en un principio, fundada con el propósito de rendir culto al Cristo de las Ánimas – también llamado de la Misericordia – el cual no tardó mucho en convertirse en nuevo centro de devoción para los vecinos del Campo de la Verdad. Finalmente, en torno a aquella imagen se constituyó la hermandad que, no obstante, se extinguiría en 1890 con tan solo 13 años de trayectoria.

Sin embargo, años más tarde pudo reorganizarse impulsada por la creación de otra cofradía en la ermita que rendía culto a una imagen de San José. Bajo esta premisa, Evaristo Espino, antiguo capellán de San José y Espíritu Santo, desempeñó un importante papel animando a la fundación de la hermandad en torno a la imagen del venerado crucificado. Una vez establecida esta base y pasado un tiempo prudencial, los miembros de la corporación decidieron dar un paso más tratando de incorporar a la tradicional procesión del Viernes Santo la escenografía del Descendimiento.

Para llevar a cabo dicha iniciativa, fue necesario prescindir del Cristo de las Ánimas debido a sus pequeñas dimensiones en pro de otro crucificado bajo la advocación del Cristo de la Caridad – aún en la parroquia – incorporando también en el paso la talla de la entonces dolorosa Virgen del Rayo, San Juan, las tres Marías y los Santos Varones. Con Ellos, la hermandad pudo realizar su primera estación de penitencia como parte de la procesión del Santo Entierro en el Viernes Santo de 1915. No obstante, un desafortunado incendio producido por causas desconocidas días más tarde redujo a cenizas a las tres Marías y los Santos Varones pudiendo, en cambio salvarse las imágenes restantes.

A pesar de los incidentes acaecidos – a los que había que sumarse la mutilación del titular Cristo de las Ánimas – la hermandad continuó realizando su salida procesional hasta su desaparición en 1919. Desde entonces, debieron transcurrir prácticamente dos décadas hasta que un grupo de personas decidió refundar la hermandad, no sin tener que solicitar ayuda a diversas iglesias y sus respectivos párrocos, entre los que muchos dieron su negativa a aceptar la regenerada hermandad en sus templos hasta que la cofradía fue nuevamente acogida en la Parroquia de San José y Espíritu Santo.

Y así, con la aprobación de unos estatutos y restablecer el espíritu religioso tan aletargado en los últimos tiempos, la corporación realizó su primera estación de penitencia en 1938. Así y todo, quedaban muchas cosas por hacer, especialmente teniendo en cuenta que el titular no dejaba de ser un crucificado que no encajaba con el pasaje que se pretendía representar, con lo cual los hermanos de la cofradía se ponen en contacto con el imaginero valenciano Amadeo Ruiz Olmos, a quien encargan la hechura del Cristo, la Virgen, San Juan, los dos Santos Varones y las tres Marías, todas ellas talladas en madera por completo.


Finalmente, fue el Viernes Santo de 1939 cuando la Hermandad del Descendimiento pudo llevar a la calle por primera vez a su actual titular, en compañía de la entonces nueva Magdalena, la Virgen del Rayo y el antiguo San Juan. Asimismo, se comenzó a acometer la ejecución de un paso - encargado a Antonio Corrales León - que no exigiese ser montado en la calle el propio día de salida y que resultó ser una obra barroca de profusa ornamentación.

Aun con esta profunda remodelación, la cofradía atravesó un período de decadencia a principios de los 60 del que la salvó la inestimable ayuda del recordado Antonio Gómez Aguilar. Al fin aunque no sin dificultades, en 1968 quedaba completo el misterio con la incorporación de los Santos Varones.

La década de los 80 supuso para la corporación del Viernes Santo un nuevo resurgimiento que abordaría como uno de sus principales objetivos la iniciativa de incluir en su cortejo un paso de palio. Con esa idea en mente llegó a la cofradía la nueva titular de la cofradía procedente de Sevilla y bajo la advocación sugerida por su entonces consiliario, director espiritual y asesor artístico, Fray Ricardo de Córdoba: la del Buen Fin. La nueva imagen había sido realizada en 1980 por Manuel Hernández León, por lo tanto con una breve aunque polémica trayectoria y hasta el momento en posesión de los anticuarios y sevillanos hermanos Morillo.

Por su parte, la década de los 90 continuó trayendo aires de renovación, en primer lugar con la indispensable restauración del Santísimo Cristo del Descendimiento y más tarde con el encargo de un nuevo misterio que se ajustase a los nuevos tiempos. Ambos trabajos fueron desempeñados por Miguel Ángel González Jurado marcando una notable diferencia entre su misterio y el anterior de Ruiz Olmos. También las andas del paso necesitarían en aquel instante una remodelación adaptada a las circunstancias, labor para la que se confió en José Carlos Rubio Valverde.

No todo quedaba ahí, pues a lo largo de la década del 2000, además de la finalización del dorado del paso del Señor y el bordado del palio de la Virgen del Buen Fin, la hermandad debió asumir la restauración de la titular a manos de Francisco Romero Zafra y la nueva sustitución de las tallas de los Santos Varones. Ambos fueron ejecutados por Alfonso Castellano ante los daños que el peso de las imágenes anteriores estaba causando tanto a la cruz como al Santísimo Cristo. Definitivamente, los dos fueron estrenados en 2010, terminando de configurar con su incorporación el magnífico conjunto que la hermandad del Campo de la Verdad nos trae a las calles cordobesas en la tarde de cada Viernes Santo.

Fotografía Hermandad de la Misericordia

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