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martes, 8 de noviembre de 2016

El Cirineo: Un puñetero llamador


Existe un tema recurrente en las recuperadas conversaciones frente a un café de media mañana que tanto echaba de menos. Un asunto aparentemente simple pero que encierra una interesante complejidad porque su análisis puede incluso determinar de qué manera estructurar una candidatura o cómo elaborar y, en su caso, cómo desarrollar el programa que un candidato a hermano mayor pretende implementar en la hermandad que aspira presidir. Se trata del asunto de los martillos, de los llamadores, de los capataces que tendrán la responsabilidad de dirigir a las cuadrillas que sobre sus hombros llevan a los titulares de la hermandad cada primavera. Un asunto que desde luego no es baladí y que encierra una serie de elementos derivados cuya concreción puede llegar a influir de manera notable en el futuro de una cofradía. Hay hermandades, escuchen bien lo que les digo, que se están planteando incluso eliminar la obligatoriedad de que los costaleros sean hermanos para anular un hipotético contrapoder. Así están las cosas. El otro tema estrella en cualquier elección que se precie –nótese la ironía- son las bandas, pregunten en San Esteban, pero este asunto lo abordaremos en otro momento.

La semana pasada tuve una interesante conversación en forma de entrevista con el hermano mayor del Prendimiento, Juan Carlos Sanz, en la que aproveché para contrastar una información que había llegado a nuestra redacción en la que se aseguraba que de cara a las próximas elecciones que en la corporación de María Auxiliadora tendrán lugar el próximo verano, se estaba fraguando una candidatura de oposición, una candidatura alternativa al equipo de dirección actual de la hermandad. Una opción perfectamente legítima en democracia, como no podría ser de otro modo, pero que cuando se analizan las motivaciones que han inducido a plantearla comienzan a generarse un buen número de dudas.

No es que nadie esté en una posición de superioridad moral para determinar qué candidatura es legítima y cuál carece de esta característica, el reparto de carnets de buen cofrade se lo dejaremos a Joaquín, pero es bien cierto que si realmente las causas que han llevado a unos hermanos de la corporación a sopesar la posibilidad de constituirse en corriente de opinión, para aspirar a sustituir a los actuales gestores, son las que pone de manifiesto el propio Sanz en la entrevista del pasado fin de semana, la cosa se antoja bastante complicada de digerir.

Verán, estamos ante una hermandad que, en lo patrimonial, ha venido en las últimas décadas dando unos bandazos y en una inacción que habían desembocado en una permanente provisionalidad que se evidenciaba trágicamente cada Martes Santo; no lo digo sólo yo, lo reconoce su propio hermano mayor. Una opinión, ojo, compartida no sólo por él, sino por buena parte de los hermanos del Prendimiento y de la Córdoba Cofrade que año tras año se preguntaba, en voz más o menos alta, cómo era posible que una cofradía con semejante potencial fuese manifiestamente incapaz de avanzar en su necesaria culminación. Una culminación que no era una necesidad solamente para la hermandad salesiana, -algunos pasaron por allí la mitad de su vida si ni tan siquiera darse cuenta de que era salesiana- sino para todo el movimiento cofrade de la ciudad de San Rafael, huérfano durante décadas de cofradías terminadas que echarse a la boca cada primavera.

Esta enojosa y desoladora realidad llegó a su fin con la llegada de Juan Carlos Sanz y su equipo a la junta de gobierno de la hermandad. Desde el primer momento, este grupo de cofrades se marcó como objetivo prioritario dotar de sentido a la fisionomía de la cofradía y para ello adoptó una línea argumental que definiera todo su desarrollo desde la cruz de guía hasta el paso de palio, como debe ser –tomen buena nota otras hermandades mucho mejor terminadas y que en la última década han comenzado a mezclar estilos de manera inquietante, evidenciando la ignorancia artística de quienes toman las decisiones-. Este objetivo fundamental, este proyecto estrella, mucho más importante que la mera ejecución de un nuevo paso de misterio, comenzó a materializarse en el cabildo extraordinario que se celebró en enero de 2014, recordemos, solo seis meses después de que esta junta hubiese tomado posesión de sus cargos.

El resultado del cabildo es de sobra conocido por la opinión pública. Aquél día, la hermandad evidenció lo que no había demostrado hasta entonces, tener la madurez que ha de tener una corporación llamada a ser de las más grandes de la capital. Los hermanos de la cofradía determinaron las líneas artísticas que deberían marcar su futuro. Tras seis horas de deliberación aprobaron, nada más y nada menos que el proyecto de nuevo paso para Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador en su Prendimiento, el proyecto de nuevo palio para Nuestra Señora de la Piedad y el nuevo hábito penitencial del cortejo nazareno, casi nada. Tres proyectos que ya están en funcionamiento y que han venido a poner en evidencia que si se quiere se puede. Además llegó la nueva túnica para el Señor, con un diseño en perfecta consonancia con el conjunto pretendido y coherente con el estilo aprobado por la asamblea y piezas como el excelente manto de vistas que recupera bordados del antiguo palio de las Angustias que llevaba sabe Dios cuánto, durmiendo el sueño de los justo guardados en algún sitio. Un enriquecimiento patrimonial fuera de toda duda, se mire como se mire.

Este proyecto que viene a materializar una nueva filosofía para una corporación claramente estancada durante décadas se complementaba con la modificación de la forma en que los pasos que portan a sus Titulares se desenvuelven por las calles cordobesas cada Martes Santo, para adecuarla a esa línea estética globalmente considerada y también, si me apuran, a la elegancia que se le debe exigir a una cofradía que sabe que el siglo XXI comenzó hace más de década y media. Todos los que tenemos cierta edad hemos presenciado determinados espectáculos que ahora serían muy complicados de asumir y nadie en su sano juicio se plantea recuperarlos. Las cosas, en general, han cambiado en este sentido, para bien, incuestionablemente.

Pero más allá del gusto personal de cada cual y de que pueda haber personas que prefieran ver un palio andando hacia adelante y hacia atrás, hacia la izquierda y hacia la derecha e incluso girando sobre su propio eje, la mera posibilidad de que alguien pueda ni tan siquiera plantear una candidatura alternativa basada exclusivamente en que no gusta cómo anda un paso de palio, teniendo en cuenta todo lo que les he contado, después de haber logrado en menos de cuatro años lo que muchos considerábamos una quimera, después de haber hallado el camino correcto, después de haber dotado a la hermandad de un criterio unificado, de una lógica estética, de haber materializado una asombrosa metamorfosis en una hermandad perdida y que ahora evoluciona excepcionalmente rumbo a horizonte de las cosas bien hechas, resulta cuando menos increíble, asombroso, chocante, irritante incluso. No cabe en cabeza humana que el ansía por un martillo pueda ser capaz de poner en riesgo el futuro de una hermandad que por fin ha encontrado su rumbo, de destruir todo lo construido por un miserable traje negro y demuestra fehacientemente que el universo cofrade está completamente enfermo.

Enfermo de prepotencia, de egoísmo, de soberbia, de un insoportable e inconcebible ego que antepone cualquier logro personal a la consecución de objetivos colectivos. Un universo vacío y superficial en el que sólo se presta atención al envoltorio y jamás a la sustancia. Quiero creer, y así lo espero, que no sea exclusivamente un cambio de mano de un puñetero llamador lo que motive a constituir una candidatura alternativa y sí otros aspectos esenciales del funcionamiento de una hermandad, ¿qué se yo?, que consideren insuficiente la obra social desarrollada por la corporación, que piensen que no existe la suficiente integración con el colegio, que traigan bajo el brazo una serie de proyectos económicos que supongan un espaldarazo para las arcas de la hermandad, probablemente exiguas como las de casi todas las hermandades cordobesas… porque si realmente todo se reduce a un llamador, nos hallaríamos ante uno de los episodios más tristes y a la mismo tiempo más sangrantes de cuantos se han vivido en la Córdoba Cofrade en las últimas décadas. Como siempre, será el tiempo quien dará y quitará razones, y le tocará a la historia juzgar a unos y otros, que no le quepa duda a nadie.

Guillermo Rodríguez







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