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miércoles, 2 de noviembre de 2016

El palio ochavado en la ciudad califal


Esther Mª Ojeda. Sin lugar a dudas, algunas de las fotografías más comentadas del pasado de la Semana Santa de Córdoba son aquellas que nos muestran a Nuestra Señora de las Angustias bajo palio. Esas contadas aunque míticas instantáneas se han convertido en el símbolo de la Hermandad de un período comprendido entre los años 1938 y 1957.

Aquel célebre palio resultaba especialmente llamativo por sus dimensiones, teniendo en cuenta que estas debían no solo cobijar a las imágenes de la Santísima Virgen y el Hijo muerto en sus brazos, sino también la indispensable cruz vacía que ha caracterizado la escena de la corporación del Jueves Santo. Pero si hubo otro rasgo que indudablemente contribuyó a la popularización de dicho elemento fue el hecho de ser este el primer palio ochavado que el pueblo cordobés tuvo la oportunidad de contemplar.

El antiguo paso sobre el que procesionaba el grupo escultórico de las Angustias, a diferencia del de Castillo Ariza, era plateado y de estilo renacentista, características a la que se sumaba la distinguida planta ochavada a la que habría que adaptarse el palio bajo el que se mecería la obra de Juan de Mesa hasta que, en 1957 fue eliminado a expresa petición del obispado de Córdoba, pues ya hacía algunos años que Fray Albino lo había recomendado alegando que no se trataba de un paso de Virgen sino de misterio.


Tras verse forzados a retirarlo y con la llegada del nuevo paso, el palio ochavado que hasta el momento había pertenecido a la cofradía de San Agustín pasó a las manos de la salesiana Hermandad del Prendimiento en 1959. Con este gesto, la representativa e inolvidable pieza patrimonial realizada por las Madres Adoratrices de Córdoba se vería alterada en su forma, pues el corte de las bambalinas debía ser ahora rectangular teniendo en cuenta el paso sobre el que procesionaba la Virgen de la Piedad.

Lejos de dejar caer en el más absoluto olvido, la Hermandad del Prendimiento anunciaba a finales del verano pasado la recuperación de una parte importante del antiguo palio de Nuestra Señora de las Angustias: la de los bordados del techo de palio que Francisco Mira Montoro utilizó para enriquecer el nuevo manto de vistas de terciopelo azul. Una encomiable labor realizada con el objetivo de que la dolorosa de Cerrillo pudiera lucir dicha prenda durante los cultos que le eran dedicados en el pasado mes septiembre.


No obstante, la huella que dejara aquel legendario palio fue aún mayor si tenemos en cuenta a la Hermandad de la Paz. A pesar de que en su primera salida procesional en 1941 la querida titular de la corporación del Miércoles Santo hubo de recorrer las calles sobre un austero paso sin palio, en 1942 María Santísima de la Paz y Esperanza iniciaba su estación de penitencia desde el Convento de la Merced, estrenando en esta ocasión un incompleto palio diseñado también por Martínez Cerrillo.

Con ese estreno, Córdoba conocía el segundo palio ochavado para el que, aunque con evidente influencia malagueña, Cerrillo se había inspirado en el que aún por aquel entonces acogía las valiosas imágenes de Juan de Mesa. 

De aquella histórica salida se cuenta que los varales de madera, al carecer de orfebrería alguna, fueron cubiertos por margaritas. También, que los detalles que caracterizaban ese primitivo palio confeccionado con hilo y bordados de seda por las Madres del Buen Pastor, eran de escaso valor aunque, con el paso del tiempo, los elementos que conformaban la estética fueron progresivamente sustituidos por otros de mayor calidad que definirían en lo sucesivo es estilo inconfundible de la popularmente denominada “Paloma de Capuchinos”.




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