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martes, 1 de noviembre de 2016

Historia de un sueño recurrente


Eva Martín. Una vez al año, Nuestra Señora Reina de los Ángeles, la preciosa dolorosa que naciera de la gubia de Luis Álvarez Duarte, visita las entrañas del barrio que le da cobijo para alimentar sus rincones con la dulzura de su mirada infinita, buscando un pedacito de su historia perdida. Y cada año se reproduce la misma extraña sensación en muchos cofrades de cierta edad, de que algo queda huérfano en nuestro interior cuando la vemos alejarse de la plaza que un día fue su hogar. 

Probablemente hay sueños que, a pesar de ser recurrentes, están destinados a no materializarse jamás, pero ello no es óbice para que cada Rosario, en el mismo instante en que ella abandona Capuchinos camino del Císter, mucho seamos los que cerramos los ojos imaginando las puertas de su convento abiertas de par en par, como siempre debieron estar, para acoger en su interior la grandeza inabarcable de la Madre de Dios, la Pureza eterna de la Reina de los Ángeles... y una vez más nuestro compañero Antonio Poyato acudió a su presencia, para dejar testimonio gráfico de una jornada sólo perdurable en el recuerdo de quienes junto a Ella estuvieron.











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