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lunes, 21 de noviembre de 2016

Quinta Angustia, dolor infinito


Julia Nieto. Siete episodios dolorosos se repiten en el corazón de la Madre de Dios. Aquella estrella rota de dolor y enrojecida de tanto llorar, rememora los dolorosos recuerdos que sin entenderlos, ha llevado en silencio y que ha meditado en presencia de Dios, todos y cada uno de los días de su vida. Ahora que su Hijo ya no está aquí, hila diversos momentos de su vida y termina por comprender todo lo que ha dado lugar a esa situación en la que hoy se encuentra. A su Hijo ya no ve, ni vivo ni muerto y el sofoco que lleva, sólo lo apacigua orando a Dios.

Por su mente pasan vagos recuerdos de cuando presentaron a su Hijo en el templo y aquel viejo sacerdote Simeón que con gran templanza le dijo: Y a Tí, una espada te traspasará el alma. En aquel momento no lo entendió, pero ahora no lo puede ver más claro, pues en su corazón nota una daga clavada tan profunda que el alma le llega a tocar. Sus recuerdos pasean por la huida fugaz a Egipto, junto a Jesús y su marido José. ¿Por qué de su lado te llevaste a su esposo, Señor, si ahora, en su soledad, lo necesita más que nunca?

Su mente sigue divagando y llega a la pérdida de su pequeño Jesús en el gran templo. Muy en su interior, piensa que a lo mejor ha ocurrido lo mismo, sólo lo ha perdido, pero lo volverá a encontrar, sólo es un mal trago, ya regresará a casa. Pero entonces recuerda el encuentro con su Hijo mientras el portaba la cruz del martirio y se da cuenta de que no lo ha perdido, simplemente, a su lado ya no está. Ella, al igual que cuando era niño, deseaba acercarse a él, sostenerle y curarle las heridas, pero los soldados, no se lo permitían.

La Quinta y más dolorosa Angustia llega, cuando a su Hijo crucificado y dolorido ve, pues no hay dolor más grande de una Madre, que el de ver a su Hijo sufriendo esa agonía. La Madre Santísima al recordarlo, deja que sus lágrimas inútilmente retenidas, vuelvan por su rostro a deslizarse pues percibe que más dolores en su memoria se empiezan a agolpar: el ver a su Hijo traspasado por una lanza, muerto... Ella observa sin expresión, tan rota por dentro que su corazón enlutado no permite más dolor.

Fotos Antonio Poyato













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