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miércoles, 7 de diciembre de 2016

De trama simple: Recogiendo el guante


Querido Guillermo, estoy seguro de que el artículo del Cirineo, no dejó a nadie indiferente. Estoy convencido de que tus palabras y tú reflexión encierran una gran pesadumbre, pues realmente no creo que tú plantees volver a aquellos años de costaleros profesionales, aunque visto lo visto no lo descartaría.

Todos tenemos nuestra propia opinión y quizás, todas sean en parte verdaderas y tengan en cierta medida un punto de razón. Podríamos tener una larga y amena conversación sobre los costaleros y sus potenciales poderes, sobre su fuerza y su presión, no sólo dentro de las hermandades, si no también dentro de las propias cuadrilla. Muy probablemente llegaríamos al punto de coincidir en muchas de nuestras opiniones, pero no veo justo el planteamiento de globalizar en el costalero devocional o hermano costalero, los males que acontecen en algunos lugares. Soy de la opinión de que todo lo bueno encierra una parte mala y viceversa, y los costaleros, entendidos como penitentes que ejercen su fe de una manera diferente, tienen mucho de bueno y también de malo. El costalero devocional, el costalero hermano por libre elección, no impuesto, siente su hermandad, participa en ella y la vive de manera especial. En muchas ocasiones, y si están bien dirigidos, dan más de lo que reciben y son un potencial tan grande, que muchos proyectos se sustentan gracias a sus aportaciones. Sea por el inmenso trabajo realizado por capataces que trabajaron en la transición, por el esfuerzo de mantenerlos e incrementarlos en tiempos de escases, por los ensayos y la necesidad de cohesión del grupo, o por las vivencias que allí abajo se tienen, los costaleros suelen ser personas implicadas, que acuden a la hermandad de una manera continua. Muchos, aún sin ser hermanos, venden lotería,  van a los cultos, ayudan a mayordomía, cubren turnos de barra en ferias y cruces, en definitiva hacen hermandad durante todo el año.

El problema reside, cuando las hermandades se acomodan y viven del conformismo, sin buscar la complicidad del hermano, de ese hermano PASIVO, el que complica poco, paga su cuota, saca su papeleta y sale de nazareno, ese que no se vinculó más allá, y pasados unos años, se vuelve tan pasivo que ni siquiera viste su túnica ¿Será el motivo de que en nuestra ciudad tengamos tan  pocos nazarenos? A ellos, nadie les aporto algo nuevo, nadie los integró, nadie los formó y por tanto su pasividad se hizo mayor dejando un vacío de participación que se cubrió por otros. En una sociedad cada vez más pobre en valores, donde se descuidaron las bases, la esencia, la educación, las normas y las formas,  la proliferación de pequeños grupos de presión que intentan alcanzar en las cofradías aquello que no fueron capaces de conseguir en sus vidas, es muy fácil, pero el problema, según mi opinión, está en la desidia y dejadez de aquellos que tuvieron en su mano la posibilidad de plantear y planear un futuro en base a la esencia de la vinculación, integración y participación de todos los hermanos más allá de los cultos, triduos y salidas penitenciales o extraordinarias. Se descuidó lo primordial y se dejaron llevar por la placentera comodidad que implica que se funcione al ralentí.

Durante estos días he oído como un mantra que sin nazarenos no hay hermandades y sin costaleros si, pues existen las ruedas. Errónea respuesta en mi opinión, pues el problema es de más calado y si no, reflexionen. Creo que es hora de despertar, salgamos, como lo hicieron capataces de antaño,  a buscar, a implicar, a hacer atractiva la vida de la hermandad. Llegó el momento de buscar a esa oveja descarriada  y pasiva que pasta plácidamente en su casa, hasta que llega la próxima cuaresma, y hacerla participe de la vida del rebaño, pues de no hacerlo, los grupos de poder se harán más fuertes y nuestra semana santa será banalizada convertida en un parque temático de carrozas, flores, tocados, bandas y maneras de andar y de seguir así nos quedaremos sin nazarenos, sin costaleros y hasta sin neumáticos.

Manuel Orozco


Foto Antonio Poyato



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