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martes, 6 de diciembre de 2016

El Cirineo: Las cuadrillas de hermanos costaleros, ese lobby que manda en las cofradías


Dicen que rectificar es de sabios. No es que yo me considere uno de ellos, nada más lejos de mi intención, pero comprobar cómo personas que sí lo son, aprenden de sus equivocaciones y no tienen reparo alguno en reconocer que han errado, convierte en un ejercicio muy saludable hablar en voz alta de aquellos asuntos en los que, de uno u otro modo, la opinión que al respecto se tenía de ellos ha experimentado una suerte de metamorfosis. Ocurre de cuando en cuando con las personas de las que uno se rodea. Hay veces en las que creemos que quien arrima a tu ascua su sardina lo hace envuelto en el mismo manto de honradez y honorabilidad del que uno hace gala en todas las manifestaciones que ha protagonizado a lo largo de la vida. Y en ocasiones, afortunadamente muy contadas, uno descubre que se ha equivocado, que ha ofrecido su mano a personajillos que carecen del más mínimo interés, que han abusado de tu confianza y que solamente han utilizado lo que un día algunos creímos sueños compartidos, como trampolín del que escapar de sus grises vidas. Felizmente el tiempo, ese juez imperturbable al que en varias ocasiones este Cirineo ha invocado en sus reflexiones, termina poniendo a cada cual en su sitio, a quien va de frente y a pecho descubierto en el lugar de los hombres, y a quienes son incapaces de afrontar sus decisiones en el reservado a las víctimas del "Complejo de Peter Pan", compartiendo rincón con los mismos a los que antes atizaba como si no hubiese un mañana y que ahora son compañeros de fatigas y juguetes rotos.

A mi me ha pasado en los últimos años con el Asunto Catedral. Jamás he sido defensor de trasladar la Carrera Oficial al entorno del mayor templo de la Diócesis. Siempre pensé que era imprescindible para cualquier hermandad realizar Estación de Penitencia ante el Santísimo Sacramento cuando, una vez al año, se convierte en cofradía. Sin embargo, y amparando mi posición en lo que tantas veces viese hacer a hermandades como la Merced en el Colodro, mi opinión ha orillado permanentemente en la creencia de que Dios está en cualquier sitio y que por tanto cualquier sitio es perfectamente válido para rendir pleitesía a Jesús Sacramentado. Al igual que mantengo que quien realiza Estación de Penitencia son los cortejos y no los pasos, por lo que me parece perfectamente legítimo que La Esperanza la hiciera en Santa Marina o La Paz en San Miguel, por poner ejemplos relativamente cercanos en el tiempo. Sin embargo he de reconocer que en los últimos años, mi opinión se ha visto claramente modificada en este sentido. Un hermano mayor me confesaba hace un tiempo que quien prueba la Catedral, ya no quiere otra cosa. Y confirmo punto por punto este extremo. Yo he experimentado exactamente esa misma sensación. Después de haber acudido a la Santa Iglesia Catedral para postrarme ante el mismísimo Dios, no he dejado de preguntarme qué es exactamente lo que cofradías como la mía han estado haciendo todos estos años más allá de darse un paseíto por la calle. Y desconozco a qué obedece esta sensación pero les puedo garantizar que no es en absoluto comparable hacer Estación de Penitencia en la Catedral con hacerla en cualquier otro lugar, por mucho que Dios esté en todas partes. Tal vez exista un halo de espiritualidad del que se carece en otro templo o tal vez no sea más que una especie de efecto placebo, pero les garantizo que lo que yo he sentido los dos últimos Miércoles Santos bajo mi túnica, no lo he sentido en las tres décadas largas de procesiones anteriores, ni con vara, ni con costal. Por eso ahora soy consciente de que estaba equivocado y de que el paso histórico de trasladar la Carrera Oficial para que culmine en la Catedral, es el hito más importante de cuantos se han dado en la Córdoba Cofrade desde que como tal existe, aunque muchos de los que han protagonizado el cambio ni siquiera sean conscientes de ello.

Sin embargo hay otro asunto acerca del que mi opinión ha sufrido un giro copernicano en los últimos años, desde la certeza absoluta a la duda más descarnada: La defensa a ultranza de la existencia de cuadrillas de hermanos costaleros. Quien les habla es hermano de una corporación que desde que esta figura llegó a nuestra ciudad ha apostado siempre por ella como el único modo posible de construir una cuadrilla y mi postura siempre ha asumido como propia esta filosofía. Despreciando en cierto modo incluso, les hablo de mi posición, a quienes defendían otros modelos, como acudir a un capataz con renombre, que disponga de costaleros suficientes para sacar los pasos sin dificultad y considerar de este modo al costalero como algo fundamentalmente ajeno al funcionamiento interno de la hermandad, evitando en todo momento una implicación emocional o sentimental entre cuadrilla y cofradía más allá de la meramente natural derivada del roce. Mi opinión durante muchos años era que el hecho de que una corporación acudiese a este modelo no era más que un signo de debilidad y que una hermandad potente, con un importante elemento humano sobre el que descansen sus cimientos estaba poco menos que en la obligación de crear cuadrillas de hermanos costaleros que multiplicasen su potencial casi hasta el infinito.

Tal vez haya sido mi propio desarrollo personal experimentado al frente de esta bendita locura que un día decidimos llamar Gente de Paz y el conocimiento que paulatinamente he ido adquiriendo de la realidad interna de otras cofradías, antes reducido a la mía y acaso a las de las hermandades geográficamente cercanas a Capuchinos, pero la cuestión es que mi visión al respecto ha sufrido una auténtica transfiguración. Es muy probable que la profusión de ciertos episodios nada edificantes producidos en el seno de determinadas hermandades hayan tenido la culpa, pero hoy por hoy, empiezo a tener serias dudas de que construir dos cuadrillas, que muevan a 150 o 200 personas, con una edad que generalmente se circunscribe a determinados estratos poblacionales, con un pensamiento generalmente muy concreto acerca de qué es lo más importante en una hermandad, en corporaciones cuyos miembros adolecen de la mínima formación necesaria para entender que hay cosas mucho más trascendentales que la banda que vendrá a tocar el año que viene o hacer una nueva parihuela y que en el mejor de los casos congregan a pocos cientos de hermanos alrededor de las urnas electorales, sea el mejor modo de alcanzar un futuro estable y sobre todo a largo plazo para nuestras cofradías. Con este modelo, el pescado está vendido. El candidato que goce del favor de la cuadrilla se alzará sistemáticamente con la victoria y el otro, si logra materializar una candidatura, está muerto de antemano. Y esto se logra de la mano del capataz del turno, o en su defecto, con el inestimable apoyo de los cabecillas que inevitablemente proliferan bajo las trabajaderas, a quienes la mayor parte de los costaleros seguirán con fe ciega, no se engañen, no queda bonito decirlo, pero es la verdad verdadera.

Ya se que no es políticamente correcto lo que les digo, no hace falta que abanderen la palabra democracia en mis narices, que ya me sé el argumento, yo mismo lo he defendido en el pasado... "el voto de todos los hermanos vale lo mismo; nadie tiene culpa de que las hermandades sean incapaces de movilizar al resto de hermanos en unas elecciones; es responsabilidad de los dirigentes que la formación se reduzca al esperpento en muchas hermandades, ocasionando que la mayor parte de los más jóvenes de nuestras cofradías reciten perfectamente el repertorio de cualquier banda de cornetas pero desconozcan cuáles son las tres patas fundamentales sobre las que debe asentarse la esencia de una hermandad...". Pero miren a su alrededor y pregúntense a sí mismos qué modelo es el que existe mayoritariamente en aquellas hermandades que hoy por hoy gozan de mayor estabilidad y están dirigidas por personas sensatas con la formación y la preparación adecuadas para desempeñar el cargo que ostentan y cuál en aquéllas que están desgobernadas por individuos que siguen sin saber a estas alturas para qué van a acudir a la Catedral la próxima primavera o piensan que la ausencia de Obra Social de verdad, se suple con unas cajas de productos infantiles. Son generalizaciones ¿qué duda cabe?, y por otro lado, no se trata de echar en los hombros costaleros la responsabilidad de los males de nuestras cofradías. Son ciertos todos los argumentos que arriba les comentaba y ahí es donde habría que empezar a construir. Pero hasta entonces, ¿les parece realmente inteligente que sean las cuadrillas de hermanos costaleros quienes decidan quien gobierna una hermandad? Hasta que las corporaciones no sean capaces de implicar al resto de sus hermanos en las decisiones trascendentales que la afectan y sobre todo hasta que la formación sea la adecuada, ¿no sería mejor evitar el modelo de cuadrillas de hermanos costaleros creando de este modo un lobby que determina con su potencial hacia dónde se dirige una hermandad? 

Para que una cuadrilla de hermanos costaleros no se convierta en un grupo de presión que altere de un modo un otro el funcionamiento de una hermandad, es fundamental que los cimientos estén perfectamente asentados y que la persona o personas que la dirigen tengan el convencimiento de que en ningún caso debe permitirse esta presión. Lamentablemente no todos los capataces obran de este modo, ocupando un discreto segundo plano y optando por la absoluta imparcialidad en un proceso electoral. Todos hemos sido testigos de casos en los que ciertos capataces han influido en el devenir de un proceso de estas características, determinando decisivamente el resultado y condicionando el futuro de una hermandad. En cualquier caso, resulta imposible negar, que ejerzan o no presión alguna, una cuadrilla de hermanos costaleros puede ejercerla en cualquier momento y reducir una confrontación de proyectos a saber si un candidato apoya o no a un capataz o qué banda piensa traer si se alza con la victoria. En cambio el modelo opuesto evita esta presión. 

Me consta que varios dirigentes de hermandades que en su momento optaron por el modelo de cuadrilla de hermanos costaleros se preguntan ahora si aquella decisión fue la más acertada, por no hablar de aquellos candidatos que no gozaron del favor de las cuadrillas porque llegaron para hablar de cosas que no eran costales ni bandas o simplemente porque su contrincante era un costalero más, y ahora ven desmoronarse su hermandad. Por mi parte, les voy a ser absolutamente sincero, tengo muchas dudas acerca de si este modelo es el mejor modo de construir una cuadrilla, dudas que hace años no tenía, pero no se contraponen con el convencimiento absoluto de que hemos creado indiscutiblemente un grupo de presión en el seno de nuestras hermandades, un grupo de presión que pone y quita capataces y hermanos mayores. La cuestión es si hay tiempo para apostar por fortalecer el resto de carencias minimizando el poder actual que ejercen o por el contrario hay que erradicar el problema de un plumazo y apostar por ese modelo que algunos consideramos desechable en el pasado y sus consecuencias. Ahí queda el asunto, encima de la mesa... ¿ustedes qué opinan?.


Guillermo Rodríguez



Foto El Mundo





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