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viernes, 9 de diciembre de 2016

El tiempo vivido: Rompiendo la historia


Sin duda la iconografía e iconología que otorga el carácter estético e histórico de una cofradía debería de ser, al igual que Dios, sagrado. Todos valoramos y apreciamos la vistosidad de los pasos, la exhuberancia del cortejo, pero... ¿por qué no las túnicas?. Es una de las modas más extendidas y a la vez más incoherentes: la de apartar los elementos que dignifican y distinguen a Dios como Rey y Divino.

Una tendencia que viene desde hace ya bastante tiempo pero que parece resistirse a desvanecerse en la memoria como algo que nunca tuvo que venir y ser pan de cada día. Algo que vino argumentado por comentarios un tanto incoherentes: la pobreza de Jesús o la humanización del más humano de los humanos, el sencillo "así parece que anda".

Una pobreza que todos conocemos pero sin embargo el arte y la historia se han encargado de reconocer y dignificar a Dios como lo que es: Rey del Cielo. Despojado de la túnica bordada, en otros casos las potencias e incluso corona de espinas, con el sencillo argumento de "Jesús no subió al Gólgota con túnica bordada", aunque sí lo hizo, y con una de cardos además, yo siempre me pregunto: ¿pero encima de un paso de misterio dando izquierdos y con una banda detrás? No entiendo. Y mucho menos que parezca que ande. El realismo no es una baza para atraer a los fieles a rezar. La imagen debe de gozar de unción y plasticidad, no de un realismo parecido al de la película "Jesús de Nazareth". Pongamos a Dios donde merece.




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