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viernes, 9 de diciembre de 2016

Ricardo Anaya y sus carteles en la Semana Santa de Córdoba


Esther Mª Ojeda. No ha pasado mucho desde que salieran a la luz los nombres de aquellos llamados a convertirse en pregoneros de la Semana Santa de Córdoba de 2017. Dichas designaciones hechas públicas por la Agrupación de Hermandades y Cofradías captaron, como cabía esperar, la atención del colectivo cofrade aunque entre ellas, hubo una que suscitó un especial interés: el nombramiento de la pintora Nuria Barrera como la primera cartelista de la Semana Santa cordobesa, un trabajo con el que la artista ha ganado en protagonismo por partida doble al asumir la misma responsabilidad para la Semana Mayor de su ciudad natal.

Sin embargo, aunque el nombre de Nuria Barrera haya sonado últimamente con fuerza dadas las características que han rodeado a su designación, tiempo atrás hubo en la ciudad de Córdoba otra persona esencial en la labor de anunciar la ansiada Semana de Pasión: Ricardo Anaya Gómez.

Durante décadas, el pintor cordobés, fue el encargado de realizar dicho trabajo en la ciudad califal, alcanzando con ello gran fama a la que ya precedían trabajos anteriores a sus famosos e icónicos carteles en los que siempre dejaba su sello y su gusto por las líneas clásicas, llegando a corroborarlo en declaraciones hechas para la edición de 1974 de Patio Cordobés, en la que afirmaba con convicción que “de los pintores clásicos siempre se aprende algo bueno y la pintura abstracta es muy cómoda, pero carente, en ocasiones de un arte verdadero, con esto no quiero menospreciar a nadie, pues todos los que luchan por el arte, profesionalmente, merecen mi máximo respeto”.

Ricardo Anaya encontró en la pintura su verdadera vocación desde la niñez, afición que se formalizó con una formación de seis años en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba hasta llegar a la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid, destacando por su notable destreza al realizar retratos, a los que siempre dotó de gran realismo, expresividad y color, consiguiendo con ello destacar hasta llegar a ser una figura clave en la historia de nuestra Semana Santa.


Así, con su amplia trayectoria y sus dotes artísticas por delante, Ricardo Anaya llegaba para dejar su huella en la tradición cofrade cordobesa con su primer cartel presentado en 1949, año en el que Fernando Fernández de Córdova y Martel era aún presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías. En aquel trabajo inicial, Anaya quiso plasmar una panorámica de Córdoba que contara con el Puente Romano, la Catedral y la Calahorra, un fondo al que se superponían una cruz de grandes dimensiones con la cara de Cristo.


Este fue solo el comienzo de Ricardo Anaya en la Semana Santa de Córdoba, para la que llegó a realizar toda una colección de 16 carteles ni más ni menos – cantidad que se contaba hasta 1974 – motivo por el que la confianza puesta en su trabajo se convirtió para él en una tradición espiritual que, sin duda, iba muchísimo más allá de algo meramente económico. Una vasta tradición entre la que Anaya consideraba oportuno destacar el cartel con el que ganó el concurso convocado para el año 1963. En él, había representado al Cristo de los Faroles – figura tan esencial como buscada en los carteles de nuestra Semana Santa – “a cuyas plantas aparecía una negra mantilla, un rosario y unos claveles rojos”, una apuesta cargada de simbolismo que, según las propias palabras del reconocido pintor “mereció la general aprobación de crítica y público”.

Aunque el cordobés reconocía haber encontrado su obra favorita en la descrita anteriormente, tampoco podía dejar de aludir a otras destacadas que fueron igualmente  objeto de las mejores críticas. Entre estas se encontraban el cartel del año 1953, con la Virgen de las Angustias - bajo palio - a su paso por la Fuenseca; el de 1966 con la “Cofradía de la Esperanza de Santa Marina”; el de 1967, retratando la clásica estampa del Descendimiento sobre el Puente Romano y, por último, el que se lanzaba en ese mismo año de 1974, con el siempre venerado Rescatado por la Plaza de San Lorenzo.



Ya en ese punto de la historia, con Rafael Salinas Martínez como presidente de la Agrupación de Hermandades, a Ricardo Anaya le era encomendada la nada fácil empresa de plasmar en sus carteles a todas y cada una de las 26 hermandades constituidas en Córdoba hasta ese momento. Una tarea en absoluto sencilla pero que el artista afrontaba con ganas y entusiasmo, comprometiéndose a cumplir con dicho cometido “con la ayuda de Dios”.

A pesar de su indiscutible e intachable trayectoria como una de las claves para entender a Anaya como una de las claves en el pasado de nuestra Semana Mayor, que a simple vista podría llegar a parecer una presencia sistemática durante un largo período, no era tal, pues el artista no realizó los carteles para Córdoba de manera ininterrumpida, estando sujeto a la celebración del concurso de fotografía, de la que el ganador resultaba ser el autor del cartel del año siguiente.

Respecto a esa costumbre, en la que se oponían la pintura y la fotografía, Anaya se declaraba partidario incondicional de la pintura. Y no por interés personal, según declaraba él mismo, sino por el propósito que se le presuponía al propio cartel de causar el esperado impacto en el espectador, algo mucho más plausible “con un buen dibujo y un color radiante”, elementos que en definitiva, contribuían a “una fuerza publicitaria mucho mayor”.

Fotografía Patio Cordobés
Fotografía Patio Cordobés



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