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domingo, 25 de diciembre de 2016

La primera cuadrilla de hermanos costaleros de Córdoba


Esther Mª Ojeda. Llegaba el año 1975 y con él, la renovación de la Semana Santa cordobesa de mano de la Hermandad de la Expiración. “El paso del Cristo de la Expiración será llevado a hombros por los propios cofrades”. Con ese título la revista Patio Cordobés se hacía eco de un hecho que cambiaría en lo sucesivo el mundo del costal en su edición de ese año, incluyendo en sus páginas una entrevista al entonces hermano mayor de la cofradía de San Pablo, Rafael Zafra León.

Por aquellos tiempos, la también denominada hermandad de los Estudiantes, todavía realizaba su estación de penitencia en la jornada del Martes Santo, ya con la adhesión de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos. Muy lejos quedaban aún los días en que el Santísimo Cristo de la Expiración fuese acompañado en su camino por música de capilla, recorriendo las calles cordobesas en riguroso silencio.

En ese contexto, la cofradía planeaba ya una llamativa y significativa novedad que, posiblemente, pasara desapercibida para muchos pero que, sin embargo, serviría para convertirse en el modelo a imitar de muchas otras. Así aparecían los primeros hermanos costaleros, dispuestos a llevar sobre sus hombros el peso del Cristo de la Expiración, dejando a un lado los tradicionales costaleros procesionales y alzándose como ejemplo de sacrificio y devoción hacia su querido titular.

La iniciativa que era descrita en las páginas de Patio Cordobés como “otra prueba de revitalización de Nuestra Semana Santa” cobraba aún más fuerza con las palabras, cargadas de ilusión, de Rafael Zafra, quien afirmaba que el proyecto había nacido de la propia convivencia entre los miembros de la cofradía y de la que a su vez surgieron inmediatamente 35 o 40 voluntarios para cargar sobre su espalda con el agonizante crucificado. De entre todos ellos se pensó llevar a cabo un proceso de selección que redujo el número a un total de 25 o 26 hermanos costaleros que comenzarían sus ensayos a mediados del mes de enero.

Aquella pionera cuadrilla contaba para tan intensa labor con miembros muy jóvenes, estudiantes en su mayoría haciendo honor al nombre por el que era conocida la Hermandad de la Expiración, aunque aún había espacio para dos almaceneros, un gestor administrativo, un perito industrial, cuatro administrativos y dos conductores. Asimismo, Zafra reconocía que hubo quienes se quedaron fuera en aquel ilusionante proyecto debido a su juventud y la consiguiente prohibición por parte de sus padres ante la idea preconcebida – según el entonces Hermano Mayor – del duro trabajo que suponía ser costalero. Como puede resultar evidente, Zafra no era afín a esa opinión, pues declaraba con convencimiento que lo único necesario eran la ilusión y las ganas, albergando igualmente esperanzas para poder proporcionar a la Virgen del Rosario su propia cuadrilla en la Semana Santa de 1976.


Así las cosas y según el testimonio del máximo responsable de la corporación, las únicas condiciones necesarias para llegar a formar parte de ese proyecto se reducían a “ser cofradiero y sentir lo que se hace” así como sincronización y conocer las órdenes del capataz, ya a nivel técnico, para lograr el máximo esplendor del paso en la calle. Descartado quedaba el requisito de la fuerza, teniendo en cuenta que cada costalero llevaba sobre sí unos 40 o 50 kilos que además se amortiguaban con el uso del costal que habían adoptado al estilo sevillano, muy diferente del hábito cordobés en el que únicamente se empleaban mantas y convertía la labor del costalero en una práctica mucho más tediosa.

Con aquellas previsiones, los ensayos se habían venido realizando dos veces por semana – a cargo de los dos capataces, Rafael Muñoz Serrano e Ignacio Torronteras –  cargando el paso con sacos de arena y haciendo el recorrido previsto para la tarde noche del Martes Santo. No obstante, en un principio la iniciativa no contó con el apoyo de ambos capataces, que pensaban que la idea sería impracticable, aunque con el transcurso del tiempo quedaron igualmente seducidos por la innovación que supondría para la Semana Santa de Córdoba y satisfechos con el buen hacer de los hermanos costaleros. Con lo cual, lejos de deslucir la procesión, conseguirían incluso superar al trabajo de los habituales costaleros profesionales, máxime teniendo en cuenta la diferencia que suponía con respecto a estos últimos que, por su parte, no tenían la costumbre de ensayar con vistas a la Semana Mayor.

Ante todos estos hechos, resultaba innegable la intensidad de que las cuadrillas de hermanos dotarían a la Semana Santa, haciendo que estos a su vez fueran conscientes del esfuerzo y el trabajo que requiere llevar una hermandad a la calle. Sin embargo, por aquel entonces, Rafael Zafra aún no podía imaginar el estímulo y el ejemplo en que la Expiración se convertiría para las demás corporaciones, aunque reconocía que dadas las ventajas que aportaba en todos los sentidos, era muy posible. Además se traduciría en una solución muy deseable para todos aquellos pasos que todavía dependían de las ruedas. Por si quedaba alguna duda de la medida tan efectiva y coherente que esto significaba, el Hermano Mayor de la Expiración no dudaba tan siquiera en hacer un llamamiento para que todo aquel que quisiera fuese a presenciar los ensayos y con ello, a convencerse de que en esto estaba una gran parte del futuro de la Semana Santa de Córdoba.

Fotografías Patio Cordobés



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