Carlos Gómez. La impecable belleza de la Reina de la Trinidad jamás deja indiferente a ninguno de los peregrinos que acuden a alimentarse de su esencia. Una belleza serena e intensa que amortigua el dolor infinito de sus entrañas y a mismo tiempo sirve de consuelo al caminante que halla refugio en su orilla. Nuestro compañero Antonio Poyato estuvo en su tradicional besamanos para ser testigo de esta verdad inescrutable y reflejarla en este reportaje.