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viernes, 23 de diciembre de 2016

Una devoción que se pierde en la memoria


Esther Mª Ojeda. La Hermandad de las Penas de Santiago siempre ha podido presumir de tener como titular a la talla pasionista más antigua de toda la Semana Santa cordobesa. La fascinación por el Santísimo Cristo de las Penas bien podría achacarse a esa antigüedad que a tanto debate se ha prestado a lo largo de los años entre aquellos que señalaban que se trataba de una imagen realizada en el siglo XIII y los que, posteriormente, se esmeraron en desmentirlo y en argumentar que esa información era errónea situando sus orígenes en el siglo XV. 

Quizá se deba también al interés que siempre suscita el desconocimiento de datos respecto al autor de la obra sumándose a la larga lista de misterios del mundo cofrade. O al siempre comentado estilo gótico que lo caracteriza y que tan llamativo resulta en una tradición artística marcada por el barroco. En cualquiera de los casos, es absolutamente innegable que el hierático y oscuro crucificado de Santiago cuenta con una larga trayectoria devocional a sus espaldas y en la que cabe destacar a los Templarios y los Caballeros de Santiago cuando aún se le conocía como el Santísimo Cristo de la Sangre.

A pesar de que una vez finalizada la Guerra Civil, se fundó una cofradía en torno al Cristo de las Penas – por aquel entonces, bajo la advocación de Santísimo Cristo de la Lanzada – ésta no consiguió prosperar debido a las distintas discrepancias existentes entre sus miembros, de modo que no fue ya hasta los años 1955 y 1956 cuando, tras llevar a cabo los pertinentes procedimientos, se funda la actual hermandad gracias a la colaboración entre las gentes del barrio de Santiago, el párroco D. Antonio Navarro Sánchez y Antonio Jiménez García, quien pertenecía las Juventudes de Acción Católica.

Aunque el hermoso Calvario que la Hermandad de Santiago lleva cada Domingo de Ramos hasta los arcos de la Corredera se ha convertido en una de las estampas más representativas e imprescindibles en nuestra Semana Santa, el Santísimo Cristo de las Penas recorrió las calles de Córdoba en completa soledad durante 16 años. Una soledad a la que se puso fin con la llegada en 1973 de la implorante Virgen de los Desamparados que Antonio Eslava realizó para la corporación dando lugar a una escena que la cofradía nos mostraba hace unos días en su cuenta de Twitter (@PenasdeSantiago). Dicha fotografía nos devolvía a un pasado enmarcado en la década de los 70 – más concretamente entre 1973 y 1978 – aún con la notable ausencia de la bella imagen San Juan, también de Antonio Eslava, sobre el antiguo paso de caoba y con el que acabó el incendio que se produjo en la Iglesia de Santiago en 1979.

Una imagen que asimismo deja en la retina de quien la contempla una infinidad de detalles que acentúa el paso del tiempo tantas veces reflejado la evolución de las hermandades y que pasa no solo por la moda que condicionaba el exorno floral, sino también por los hachones del desaparecido paso, las llamativas cantoneras de la cruz, el conocido sudario de damasco rojo que cubría al tallado, las potencias de alpaca sobredorada que el enigmático crucificado dejó de lucir con la llegada de los años 80 o la Virgen de los Desamparados ataviada acorde a un estilo muy distinto al que ahora estamos acostumbrados a ver en nuestras dolorosas. 


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