Guillermo Rodríguez. "Voy a ser totalmente fiel a mi estilo, creo que voy a sorprender y quiero y espero que se sientan orgullosos de su cartel". Así se manifestaba la consagrada artista Nuria Barrera en la magnífica entrevista concedida hace unas semanas a Gente de Paz en la que se abordaban multitud de cuestiones relacionadas con su personalísima visión de las cofradías y el encargo que se ha materializado en un cartel único para una Semana Santa histórica. Y a fe que ha alcanzado su objetivo.
Ilusionada, satisfecha, feliz. De este modo afrontaba la pintora la enorme responsabilidad de ilustrar la Semana Santa del traslado de la Carrera Oficial al entorno de la Catedral para realizar Estación de Penitencia ante el Santísimo Sacramento del Altar. Una responsabilidad acrecentada por el hecho de ser la primera artista nacida más allá de los muros ficticios de nuestra propia realidad y por ser la primera mujer en asumir un reto de estas características en esta ciudad.
El acto ha tenido lugar en los abarrotados y expectantes salones de la Fundación Miguel Castillejo, en la Plaza de las Doblas, muy cerquita del Cristo de los Faroles adonde ella misma se dirigió el día en que era presentada al pueblo de Córdoba para acometer la obra que ahora ha visto la luz, tal vez para encomendarse ante uno de los símbolos inequívocos de este rincón del mundo, metáfora silente de la idiosincrasia de la ciudad que quiso Fray Diego de Cádiz que viniese a proteger, que evidencia la profunda raíz cristiana de un pueblo enamorado de su historia y en permanente proceso de aprendizaje para descubrirse a sí mismo.
Tal vez, incluso de manera inconsciente, ese sea uno de los mayores logros del cartel de Nuria Barrera, que ha manifestado sentirse orgullosa de ser la persona elegida para plasmar una Semana Santa de la importancia de la de Córdoba en un año histórico, reflejar la auténtica esencia de una de nuestras más hondas tradiciones, que se impregna aunque sea de manera casi imperceptible en la respiración cotidiana de buena parte de sus habitantes y trasciende a modas y mimetismos, para erigirse en una suerte de símbolos, a veces asumidos con perfecta naturalidad por los cordobeses y en ocasiones, que subyacen por las callejuelas que configuran la encrucijada de nuestras cosas, y que están siempre ahí, por más que muchos no quieran o no sepan ser conscientes de ello.
El cartel de Nuria Barrera es un cartel insustituible, con el Cristo de Gracia como protagonista junto a la Puerta del Perdón (a las puertas de la celebración del 400 aniversario de su llegada a Córdoba, una escena inédita, en un marco que no podía ser otro este año, con un misterio nunca antes representado, a la altura del acontecimiento que gráficamente pregona. Un cartel que ha cumplido con las enormes expectativas creadas derivadas de la incuestionable capacidad artística y de la infinita sensibilidad de una de las artistas más importantes de la actualidad. Un cartel emotivo, que derrocha ese sentimiento sincero que emana de cada poro de la piel de su creadora. Una obra que ya forma parte de la historia colectiva de una Semana Santa que está haciendo historia. Nuria Barrera lo ha logrado, ha conseguido crear el cartel que Córdoba merecía.