Estimado Sr. Presidente de la Agrupación de Hermandades y Cofradías de Córdoba:
Me dirijo a usted por esta vía ante la imposibilidad manifiesta de poder hacerlo por cualquier otra. Probablemente le sorprenda el tono de esta misiva, no alcanzo a comprender por qué, pero entiendo y asumo que así sea.
He de decirle, que me congratulan sobremanera, como cordobés y como cofrade, las últimas actuaciones desarrolladas por el organismo que usted preside. Al contrario de lo ocurrido en la primera parte de su mandato, sus últimas decisiones me han parecido valientes, decididas y llenas de coherencia, y no solamente me refiero a la elección de Nuria Barrera como cartelista de nuestra Semana Santa, mi posición y mi opinión al respecto está exenta de toda duda. La señora Barrera es una artista consagrada, con mayúsculas, que ocupa un lugar de privilegio entre los más grandes artistas de la actualidad y cuya calidad y sensibilidad han quedado perfectamente demostradas con la maravillosa obra que nos ha regalado. Una elección que cumple con esa condición, al parecer tan importante para algunos, de ser mediática, pero no como una condición hueca, como ocurrió con otras designaciones, sino acompañada de dos elementos sustanciales, la capacidad para desarrollar el trabajo encomendado y ser cofrade. Dos cualidades que no se daban en aquellos pregoneros de infausto recuerdo que algunos tantas veces criticamos y cuya crítica tanto pareció disgustar en determinadas esferas.
También me refiero a otra serie de actuaciones desarrolladas por el órgano de representación que usted encabeza. Las últimas iniciativas emprendidas en defensa de nuestros derechos colectivos, como cofrades y como ciudadanos han estado a la altura de lo que se debe esperar de un presidente, de un dirigente que ostenta un cargo que nos representa a todos los cofrades de esta ciudad. Su respuesta al vergonzoso episodio perpetrado por quien debería actuar en nombre de toda la ciudadanía y en cambio se desenvuelve sistemáticamente con un sectarismo impropio de un representante político, ni tan siquiera de un demócrata que conoce el significado de la palabra respeto, ha sido rápida, directa y contundente, a la altura, como decía, de la que se debe esperar del presidente de las cofradías, muy por encima, con total sinceridad, de lo que yo mismo hubiese esperado hace tan sólo unos años. En septiembre de 2015, escribía en esta misma columna de opinión un artículo que el que, bajo el título “Necesitamos un líder que nos defienda”, decía que “nos están atacando impunemente y no necesitamos que nos pidan poner la otra mejilla (ese papel corresponde a otros) ni que guardemos silencio apagando incendios que desde el ayuntamiento se encienden (que cada cual sea responsable de los que provoca y se encargue de sofocarlos), sino un líder que levante la cruz para que todos le sigamos, que nos defienda, que hable alto y claro y haga una raya en el suelo estableciendo los límites que no estamos dispuestos a que sean traspasados. Lo necesitamos ya, mañana puede ser tarde, y si quien en estos momentos ocupa el cargo no quiere, no sabe o no puede actuar con la firmeza necesaria, que haga lo que todo dirigente democráticamente elegido debe, llegado el caso, dar un paso atrás y permitir que otros hagan lo que cree que no es capaz de hacer… luchar...”
A raíz de aquel artículo, “casualidad”, como dirían en el anuncio del programa radiofónico de Javier Cárdenas, la actitud de la que me quejaba amargamente en aquel texto cambió radicalmente de rumbo, por las razones que fuesen. Y llegó todo aquel movimiento para que las cofradías acudiesen en bloque a la Santa Iglesia Catedral que ha derivado en lo que hoy todos conocemos, en una nueva Carrera Oficial. Y también llegaron las respuestas adecuadas, firmes y contundentes cuando la situación, vestida de menosprecio y ataque a todoloquehueleaincienso, así lo requería. Se hizo aquella raya en el suelo y hoy, los que impunemente estaban atizando a las cofradías como si un muñeco de barraca de feria se tratasen, saben a qué atenerse y son plenamente conscientes de que sus desmanes tendrán la adecuada reacción.
La respuesta al exceso de Pedro García ha sido el último ejemplo que evidencia lo que digo. La Agrupación, con usted a la cabeza, exigió una rectificación pública a través de un comunicado con la contundencia que requería el ataque. Y muchas cofradías fueron detrás, como corresponde, entre ellas la propia hermandad insultada. Es cierto que he echado en falta que alguien haya dado el paso adicional de emprender acciones legales contra quien profirió el “insulto gráfico” original, más allá de denunciar la actuación del Teniente de Alcalde, pero ello no resta ni un ápice de acierto en su actuación. Por otro lado, las acciones legales no le corresponden, sino a la corporación afectada, a la que desde aquí animo a que al menos se lo plantee a su equipo jurídico.
La elección de Paco Mellado como pregonero de la Semana Santa es otro de los aciertos indiscutibles que me permito imputarle a su gestión, pese a ser consciente de que todas estas elecciones suelen emanar de decisiones colegiadas. Pero si cuando la Agrupación falla usted es el máximo responsable, en buena lógica también ha de serlo cuando se camina por el “sendero de las cosas bien hechas”. Paco Mellado conseguirá lo que nadie ha conseguido lograr en los últimos años, que acuda al Gran Teatro a escuchar su exaltación. Su elección, ya lo dijimos en este pequeño rincón de libertad cuando su designación se hizo pública, es un acierto indiscutible, su capacidad está fuera de toda discusión y cumple todas las expectativas y las características que ha de tener un pregonero, saber escribir, saber transmitir y ser cofrade. Cualidades de las que, por increíble que pueda parecer, no gozaban pregoneros anteriores, de ahí nuestra crítica, que estuvo motivada por estas causas y no por una especie de animadversión personal por más que algunos le hayan calentado la cabeza en ese sentido.
Cuando las cosas se hacen bien, rematadamente bien, a alguien como yo, que siempre me he caracterizado por decirle lo que pienso, no me queda otra opción que levantarme y aplaudir. Aplaudir con todas mis fuerzas y la vehemencia de mis palabras. Un aplauso sin paliativos que, humildemente se lo digo, debería hacerle reflexionar sobre la forma en que se han asumido determinadas críticas en el pasado porque demuestra que cuando se yerra, los que somos libres para opinar se lo decimos en voz alta y, consecuentemente, cuando se acierta también, siempre lo hicimos y seguiremos haciéndolo. Así sí, Señor Presidente, siga por este camino y comprobará que aquellas críticas que le acompañaron en la primera parte de su mandato seguirán mutando en elogio sincero y contundente aplauso. Desconfíe en cambio de los aduladores que le ríen todas las gracias, los que le sonríen a través de sus cobardes escritos permanentemente envueltos en incienso y sobre todo de los que le calientan la cabeza contra terceros haciéndoles responsables de lo ellos mismos dijeron en el pasado, olvidando quién firmaba cada palabra. Desconfíe de quienes le aplauden, haga lo haga, incluso en aquellas ocasiones en las que usted mismo es consciente de que se equivocó, a cambio de poder publicar periódicamente unas declaraciones suyas, una presunta exclusiva o recibir una respuesta de cuando en cuando. Desconfíe de quienes no le dicen las cosas a la cara y de quienes le hablan mal en privado de los demás, porque eso mismo harán con usted, y lo sabe. Atrévase a dar ese pasito más por el camino correcto y coja la mano que se le tiende desde la honestidad. No olvide nunca, que todos estamos en el mismo barco.
Guillermo Rodríguez
Foto Antonio Poyato