Comienza un nuevo año. Dejémonos por supuesto de las promesas de ir más al gimnasio, que a algunos falta nos hace, pero es caso aparte. El dejar de fumar, únicamente también para los que tienen fuerza de voluntad, no vayamos tampoco por ese camino, algo más cercano, más nuestro, lo que tengamos a mano, para cambiar, para ser mejores.
Con el año nuevo, no crean que los tontos, sean de capirote, o de trompeta en ristre, o corneta, se van a colorear el alma. El tonto, no tiene alma, sólo intenta manchar la de los demás. Pero el tonto no es peligroso, el tonto, progresa con lo que otros le van dando de comer, esa comida, que es el chismoseo, la anécdota, ¡el momentazo!.
El tonto, no es peligroso, el peligroso, es el que llama tontos a los que no lo son, simplemente, cuentan ese momentazo, como fue, con el peligro que ello conlleva, para los llamemos, “hipócritas cofrades”.
El “hipócrita cofrade”, es el que no sabe de nada, pero entiende de todo, y el que en verdad entiende, se convierte en una amenaza en potencia, porque nos pueda decir con verdades a la cara, lo poco que sabemos, conocemos de algo, de eso que alardeamos, y no tenemos ni idea. Metámonos todos, por supuesto, por eso hablo en primera persona.