Lejanía de los mayores, proximidad de la juventud
Quedan lejanos aquellos días, sobre finales de los 60, cerca de la Puerta de los Carros, casi en la misma calle Ptolomeo, al final de la Acera de Guerrita, existía un bar-tienda, “El Panza” cuyo local estaba dividido en dos mitades, una como tienda y otra como bar, local de peculiar aroma a especias, a fruta, a algo de vino y mucho de anís, donde por la cercanía al viaducto que sobrevolaba el paso de las vías del tren, y al desembarcadero de paquetería de la antigua estación de Córdoba, era lugar de reunión de los trabajadores de la estiba de estos muelles.
Bien, en aquellos años, se producía en aquel lugar un acto singular y repetitivo, en determinadas fechas se convocaba a un numero considerable de trabajadores, y desde una de las mesas del fondo, entrando a la derecha, un señor los llamaba uno tras de otro, y consultando algunas hojas le liquidaba una cantidad de dinero considerable, para aquel tiempo.
- “Menganito, son tres días, ¿no?, hay tienes 300 pesetas, y fírmame” y el señor salía de allí la mar de contento con su dinero, no sin antes invitar y beber algo con los que esperaban impacientemente su turno.