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sábado, 31 de enero de 2015

Enfoque: Celebrando a Don Bosco


Blas Jesús Muñoz. Era otro tiempo, no tan lejano, pero ahora parece perdido en lo más profundo del placard de los recuerdos de la infancia. Una época en que un trozo de bollería y una onza de chocolate sacaban la sonrisa más franca de la misma infancia que dejaba volar los pensamientos hacia el infinito de los días.

Unos días que, como casi todo, se fueron perdiendo entre la bruma de otras celebraciones, del colegio que quedó atrás. Y la celebración del fundador quedó impresa como algo puro, sin frío, como aquel mayo que entre Santo Domingo Savio y María Auxiliadora que se tornaba en algo más que un mes de festejos y alegría.

La alegría del niño y la nostalgia del adulto que ahora se funden, de nuevo, en lo que apenas resta por venir. Una solemne procesión camino de la Catedral. Y siempre es motivo de congratulación, aunque el exceso haya hecho de estas salidas un hartazgo sinuoso y prolongado. Pues, amén de salir bajo cualquier motivo, de tanto si la ocasión lo merece se pierde también entre las brumas de tanto incienso lanzado al aire del invierno, el verano y el otoño.

Estaciones que dejan a a que siempre fue su eje, la primavera, con algo tan insignificante como la Semana Santa. Una semana en minúscula que, más pronto que tarde, retomará su protagonismo. Pues lo extra será ordinario y lo común pasará a ser extravagante.

Entre tanto, lo más profundo del placard de los recuerdos de la infancia retomará sus eneros y su anuncio, dando cuenta de la institución educativa a la que representa y el verdadero sustrato de cuanto Juan Melchor Bosco Occhiena soñó y tornó en una realidad que trascendió a su tiempo de igual manera que su santidad.













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