Blas Jesús Muñoz. Las persecuciones se han producido, prácticamente, desde que el hombre es hombre y cualquier civilización quiso ser parte preeminente de los tiempos. Las persecuciones siguen produciéndose hoy día, por más que sus noticias se pierdan en la vorágine diaria que las pone en solfa para luego quemarlas en un cajón escondido en el olvido.
Durante los últimos años y, en especial, durante los últimos meses hemos asistido a una nueva forma de barbarie. Quizá, no sea nueva y sencillamente quienes la practican hayan recuperado la esencia de otras etapas de la historia de la humanidad. Atentados, decapitaciones, hasta hogueras en forma de jaula para dar un paso más hacia el terror más absoluto.
Cristianos perseguidos, inmigrantes desaparecidos en la fosa común del mar, dibujantes y humoristas en el punto de mira. El mundo nunca fue un lugar seguro y, ahora, un poco menos. Tal vez, tenemos la "suerte" de no tener la costa frente a nuestra ventana y, quien más quien menos, de lo poco que aquí se opina es de cofradías algo, de política y tópicos contra la Iglesia, demasiado en los últimos tiempos.
Sin embargo, vivimos en la dicha de que nadie te va a matar que, visto lo visto, no es poca cosa. A lo sumo, te bombardearán a mensajes para intentar que te autocensures (una forma antigua y sutil de veto) y habrá quien te jalee, pero en privado para no señalarse.
Seguimos ante un mapa encorsetado, aunque el corsé sea digital y haya quien lo vista de libertad. Un traje que nos viene grande en la medida que no somos capaces de ver esa barbarie que, tarde o temprano, nos llegará y, mientras, cuando un columnista afirme que la Yihad llegará a Córdoba, cargaremos las culpas sobre él y nunca sobre la realidad en que nos hallamos inmersos.
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