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viernes, 13 de febrero de 2015

Verde Esperanza: El más puro de los cargos


Pienso que muchas veces los árboles no nos dejan ver el bosque. Caemos en la tentación de pensar que el único modo en el que podemos ayudar a una Hermandad es desde una Junta de Gobierno. En función de la Hermandad puede ser más o menos así, y no cabe duda que la toma de decisiones es algo que ha de ser función de los cargos de la Junta de Gobierno de turno.

Pero hoy quiero realizar una sencilla loa al que, a mi modo de ver, es el cargo más puro. Me refiero al hermano de a pie, aquel que sin tener por qué acudir es el primero en estar disponible cuando se le necesita, a ese que, en muchas ocasiones, realiza más funciones y sacrificio que los propios cargos. Porque excusas puede tener todo el mundo, ¿quién no tiene familia, estudios, trabajo u obligaciones en general que atender? Pero la clave está en tener una capacidad de sacrificio que sitúe a la Hermandad en el primer lugar de la lista de preferencias aún a costa de uno mismo, algo que siempre sucede con el hermano de a pie.

Además, y es algo que siempre he admirado provenga de quien provenga, el hermano de a pie siempre se posiciona en un perfil bajo. No gusta de llamar la atención ni de hacer ruido, deja que las medallitas se las cuelguen otros y su única herramienta de trabajo es, valga la redundancia, su trabajo. Ofrecerse a uno mismo, tan simple y tan valioso como eso. Pero resulta que es, al menos, tan “indispensable” como lo puede ser cualquier miembro de Junta de Gobierno. Entrecomillo el término indispensable puesto que ese es uno de los consejos que algún hermano de a pie a quien aprecio muchísimo me dio: los únicos indispensables son Él y Ella, los demás estamos de paso. Y es que esa es otra de las virtudes del que, como digo, es el más puro de los cargos, tener totalmente los pies en el suelo y bien formada la idea de lo que es una Hermandad. Tras muchos reveses de los habituales en una Hermandad, quien ostenta este cargo de hermano de a pie ha aprendido, a base de desengaños, que nadie agradece nada en este terreno, y a pesar de ello sigue estando al pie del cañón toda vez que haga falta. Lejos de cualquier protagonismo, cerca del que necesita ayuda, siempre dispuesto a tender la mano al prójimo. Ellos son verdadero ejemplo de Hermandad, puro arquetipo de amor a los titulares. Todo el sacrificio lo realizan sin esperar nada a cambio, por amor a Ellos.

Durante todo este artículo he tenido en mente a algunos amigos, que más que amigos son hermanos, que ostentan este cargo. Vaya mi humilde reconocimiento hacia esos hermanos de a pie, injustamente infravalorados en el orbe cofrade, y que han sido, son y serán un espejo en el que todo el que pretenda acercarse a una Hermandad habría de mirarse. Al fin y al cabo, todos deberíamos considerarnos hermanos de a pie, un cargo que nunca deberíamos de abandonar, aunque se puedan desempeñar otras funciones en el seno de la Cofradía.

José Barea














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