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domingo, 1 de marzo de 2015

El cáliz de Claudio: Mil mentiras sobre los cofrades


Las señales que aparecen en el camino suelen ser un aviso, un consejo, una advertencia o una premonición. Los clichés, los estereotipos son como un estrato inamovible por más que los tiempos caminen deprisa. Señales y clichés no son más que convenciones ideadas para que la gente no se sienta bien, pero crezca y se desarrolle en unos parámetros de falsa confianza.

La seguridad se proclama desde el chasis de un coche (con mil siglas bien colocadas en un anuncio de televisión) hasta al enumerar las bondades del bipartidismo. En Córdoba, tan especial, ese bipartidismo ha oscilado desde el más sucedáneo de los comunismos de Rosa Aguilar hasta el supuesto neoliberalismo de José A. Nieto. Ni unos ni otros trajeron nada y, como si de la Nada de Carmen Laforet y de aquella Barcelona plomiza se tratase, en ella vivimos y nos regodeamos con unas gotas de perfume de Varon Dandy de UCOR.

Zonas de seguridad que abundan y ahondan en el tópico castizo de lo esencialmente cofrade, lo esencialmente progre, lo esencialmente culto... Y así hasta un infinito absurdo de estereotipos enlatados como carne de membrillo.

Los clichés abundan y a los cofrades se les atribuyen millares y ellos, por qué no decirlo, en una mayoría cualificada ayudan. Tendencias políticas, monolíticas en lo ideológico. Dentro de este submundo cofrade existen subculturas que se precian de su estatus y no me refiero a los costaleros en exclusiva. Miren por ejemplo a esa nueva pléyade de aficionados a la erudición rancia y castiza que reparten su sabiduría con más Varon Dandy que UCOR.

Prefiero al costalero hinchado e invidente que al erudito, pues al menos el primero es consecuente consigo mismo, a diferencia del segundo que bambolea al aire caliente del sur o al frío del norte, según convenga. Y prefiero a quien denuncia sobre quien lanza el estereotipo porque en este último radica la seguridad de las mil mentiras que nos cuentan para que sigamos remando por separado sin saber más de cuanto a cualquier borrego interesa.

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