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miércoles, 20 de mayo de 2015

Cruz de Carey: Cuando conocí a la "Blanca Paloma"


Esta semana es una semana muy importante a los devotos de la Virgen del Rocío del Almonte. Muchos de ellos van ya de camino hacía la aldea para verla, otros por desgracia no podrán estar este año delante de la Blanca Paloma, pero en sus pensamientos y sus corazones la llevan.

Yo nunca he sido peregrino, nunca he hecho el camino, algo que me gustaría, sin embargo no tengo actualmente el tiempo suficientemente libre para hacerlo, para perder ese tiempo, o puede ser para ganar momentos y experiencias que siempre quedarán para el recuerdo. Vivir momentos como ser bautizado en el Vado del Quema, la primera vez que haces el camino; compartir noches y camino con otros romeros; escuchar los sonidos de la flauta y del tamboril, o de las muchas sevillanas y rumbas que se escuchan y que tienen como principal protagonista a Ella, a la Reina de las Marismas. 


Pero esto no quiere decir que no haya estado delante de la Virgen del Rocío. He estado delante de Ella, aunque no he hecho el camino -que pienso que es lo más bonito de esta fiesta-. Hace unos años, un domingo en concreto, me desplacé desde Sevilla hasta la aldea, con unos familiares que me comentaron de ir y conocerla. 

Cuando pisé el albero que cubre las calles de la aldea, sentí como se ponía la "carne de gallina", además de unos nervios por conocer a la devoción que arrastra cada primavera a muchos hasta una pequeña aldea de la provincia de Huelva. Cuando subí los escalones y entré por la puerta de la Ermita, noté una alegría por estar en dicho lugar. Me apresuré a estar cerca de Ella (en ese momento había misa en el templo, con una hermandad que venía de lejos a profesarle devoción a la Virgen). En esa época, todavía no estaba realizado las nuevas capillas y el retablo del camarín, ejecutado por el imaginero-escultor sevillano José Antonio Navarro Arteaga. Aquella tarde de domingo de Noviembre, puede conocer a la Blanca Paloma, profesarle mi devoción delante de Ella, y como todos sus devotos, encender una vela como promesa -una por mí y mis padres- en el lugar habilitado para ello. 

Estuve más tiempo allí en la aldea, y de nuevo, entré y estuve rato con Ella, en la soledad de cada uno, en nuestro interior. Terminé despidiéndome de Ella, esperando volver a verla, más pronto que tarde. Regresé a Sevilla, pero siempre quedará en mis recuerdos, aquella tarde, aquel instante en la que conocí. 

Desde aquel día no he vuelto a estar delante de la Reina del Rocío, pero tengo ganas de volver a su aldea, así como hacer alguna vez el camino para vivir todos esos momentos y sentir todo lo que siente los romeros haciéndolo, para finalmente estar frente a la Blanca Paloma almonteña, después de haber peregrinado hasta Ella. Me gustaría realmente, y espero hacerlo, aunque sea una vez en mi vida. Mientras volveré a verla por la televisión, o leer las vivencias de muchos romeros que hacen el camino y se encuentran cada primavera con la Virgen del Rocío. 


Juan Evaristo Callejas Jerónimo











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