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lunes, 20 de julio de 2015

La Chicotá de Nandel: El romántico y el aficionado


Son noches estas las veraniegas en las que en una terracita, apoyado, echado hacia atrás, con las zapatillas de esparto, con los mocasines y los pantaloncitos cortos, charlar de hermandades. Charlar de sus Juntas y sus hermanos. Charlar de todo lo referente a este mundo que para algunos es por el recuerdo algo romántico, y para otros es un hobby.

Para los que estamos fuera, incluso por un teléfono, en conversaciones de cuarto, media u hora completa, con sus sesenta minutos… minutos cofrades por supuesto, hablar de tantas cosas. Es así como el otro día un amigo, de Junta de Gobierno de una hermandad por mí muy querida, de las que me traen recuerdos y romanticismo, me dio qué pensar con su frase: “Para nosotros esto Fernando… somos más románticos, porque esto lo hemos mamado, no somos de Cristo o de Virgen, si no de nuestras hermandades, y siempre defenderemos a la hermandad por encima de Él, Ella, paso Cristo, paso Virgen. Eso otros no lo entienden. Hay gente ahora Fernando, que han cambiado esto mucho. Con sus viajes a Sevilla, su aprendizaje en el costal, capataces que aprenden y beben de otras fuentes. Estas personas han avanzado mucho en técnica a la Semana Santa, gracias a ellos se ha crecido mucho en la ciudad, pero ellos son, eso, aficionados a esto, les gusta esto, se dedican a sacar pasos, a luchar por los amigos de una cuadrilla y no las hermandades en sí. Llevan ciertas cosas como algo profesional, nosotros, en definitiva, somos más románticos, pero tampoco está mal de lo que nos enseñan otros, lo que han aprendido, o ir nosotros a aprender”.

Haciendo un resumen, es lo que mi amigo quería decirme, y si, comparto el 90% de las cosas que me dice, lo comparto, lo he comprobado, y es razonablemente cierto en casi su totalidad, pero prefiero seguir siendo en ciertas cosas, sobre todo en ciertas cosas y ciertos detalles… un romántico empedernido.

Con el paso de los años el corazón se va forjando en piedra. Las relaciones personales, salvo contadas ocasiones con contadas personas, sobre todo si ya son conocidas de años, muchos años atrás, no se desenvuelven en ternura hasta que se raspan muchas capas, esas capas que el tiempo, los desengaños, las injusticias, el odio, las venganzas personales, el plato frío donde se sirven, se van olvidando y se disfruta simplemente del cariño, de los consejos, y se aguanta el chaparrón por aquel, te lo dije, o disfrutas diciendo, esta vez te dije que estabas equivocado.

Quizás, se descubren personas nuevas, personas que llegan a tu vida y te haces ¡chas! Y todo lo pasado empieza a darte un poco igual, y el futuro se ve con un esplendor nuevo, de azul cielo de Domingo de Ramos. Anoche, volviendo a Alcalá de Guadaíra para hoy un nuevo día de trabajo, a una de las personas de esas que aparecen traídas como por algo que se escapa a lo terrenal, se lo dije, hacía noche de marcha flamenca, de Jesús Despojado en Molviedro, despidiéndose hasta el año que viene.

El romanticismo es algo que no debe perderse, aunque nos traten de carcas, nos digan que estamos pasados, que ese tiempo ya pasó. Nunca puede pasar un tiempo, donde el aficionado ya seguro existía, pero compartía y comprendía dónde estaba, y qué era lo que debía aceptar para estar en esa hermandad, en ese trocito de mundo aparte.

Hay quien dice que en algunas hermandades las cosas no se hacen bien, el aficionado quiere instaurar ciertos cambios (que algunos son necesarios e importantes), pero olvidándose de lo que se fue en aquel lugar o fuimos, en definitiva, una cosa que siempre me ha dado muchísimo miedo, equiparar, igualar, asemejar a todas las hermandades. Lo que viene siendo, romper por completo con estilos marcados, con costumbres históricas, con las cosas, que hacen diferentes a cada hermandad.

Le decía a un amigo también el otro día, que Ánimas era un ejemplo a seguir en cuanto a… si se hacen las cosas bien, las cosas pueden seguir siendo como siempre, la línea se sigue con respeto máximo al que antes la cuidó, al que la trazó.

No vivo momentos muy esperanzadores, pero mientras quede algo de mi ilusión, tanto personal como cofrade, siempre será este mi pensamiento. Todos somos hermandad, unos y otros, aficionados, perfeccionistas, antiguallas, modernos y románticos, todos. Todos somos hermandad, pero si se antepone la perfección máxima, la modernidad por encima de todo, morirá lo romántico de la hermandad, será una hermandad sin corazón, sin romanticismo, y en el romanticismo hay mucho amor que dar, y sin esperar recibir, y normalmente ese amor se repartía entre Titulares y hermanos, y hay hermandades que los hermanos están tan divididos, o tiene menos brote de luz la seña de identidad que las marcaba, que entre tanta penumbra, ya no se distingue ni a los Titulares a los que se proclama el cariño, tanto de unos, como de otros.

Fernando Blancas Muñoz


PD: Siempre quedará ilusión, cuando se vea a un niño vestido de nazareno junto a sus padres, de la mano, marcando la tradición de los años, pero también, mientras quede un amigo con el que hablar de esas cosas románticas, amigos a los que se respeta y quiere.












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