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domingo, 1 de noviembre de 2015

La Feria de los Discretos: Espantajos de importación


La calle del Sol está en penumbra. La noche está presente un día más. El imponente palacio del marqués de Tavera, o de Benamejí, como ustedes prefieran, luce imponente hoy convertido en escuela de Artes y Oficios. Resplandece como muestra de un pasado de riqueza, que hoy muchos ven como muestra de una aristocracia anacrónica y acartonada. Será por eso por lo que se convirtió en escuela. Más adelante la iglesia fernandina de Santiago Apóstol, que es pórtico de la Semana Santa cada domingo de Ramos, cuando el Cristo de las Penas traspasa su gótica anatomía por el cancel de su puerta, precediendo a la Madre de la Concepción rodeada de blancas camelias. Pasado el convento de Santa Cruz, por la calle Valderrama salen unos jóvenes, y otros no tan jóvenes, celebrando la victoria del equipo de foot-ball local, costumbre importada desde Inglaterra, que se ha convertido en el primer espectáculo de masas del país.

Los colores blanco y verde se distinguen en la oscuridad de la reciente nacida noche. La alegría es máxima. Tras el infierno del pasado año, el primer equipo de la ciudad purga sus penas en la segunda categoría y encabeza la clasificación para mayor regocijo de sus seguidores. Al parecer un joven nacido cerca de los Cárpatos es el ídolo local y su afición. Su nombre es coreado en el nuevo estadio en cada partido y su entrega por los colores que defiende, por el momento, le han convertido en el abanderado del equipo que meses atrás era el hazmerreir del foot-ball nacional.

Continúan, los que me preceden en la hora de mi paseo, hablando del joven rumano cuando avistamos la singular plaza porticada de la Corredera. A pesar de la noche, el recinto cuadrangular está lleno de vida. El "fresco" no atemoriza a las gentes que ocupan los invasores y modernos veladores. Muchos lucen extrañas vestimentas. Ropajes anacrónicos y siniestros. Harapos, andrajos negros, sabanas blancas y unos níveos maquillajes les hacen insólitos personajes en esta feria de discretos que es Córdoba. ¡Vamos que estos merluzos sí que parecen importados de los Cárpatos!

Una niña disfrazada de bruja, portadora de una horrible calabaza de plástico repleta de caramelos, me saca de dudas. "¿Truco o trato? ¿Quieres un caramelo? Es Halloween." Mi sorpresa es mayúscula. El trick-or-treat irlandés en el corazón de la castiza plaza de la Corredera cordobesa. ¿Acaso no estamos en tiempo de oración por los difuntos, huesos de santo, gachas, rosquillas y representación del Tenorio? Desgraciadamente los pueblos se globalizan y esto trae, sin lugar a dudas, la pérdida de su personalidad.

Lo malo de todo esto, es que quienes claman por la pluralidad, con un sentido de la laicidad equivocado, fomentan estas costumbres foráneas y cohíben, cuando no prohíben, las nuestras que forman parte de nuestra cultura greco-romana y judeo-cristiana. Si esos, los que protestan cuando en las escuelas se celebran las Navidades, o en la semana de Pasión, los pequeños juegan a ser cofrades como sus mayores. Esos amantes de las libertades que odian todo lo que les huela a iglesia cristiana, pero que no duda en disfrazarse y vestir a sus hijos como espantajos importados. Ellos solos quedan retratados. 


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