En otoño, siempre que la lluvia no se haga presente, son apetecibles los paseos al caer la tarde. Pasear por las calles del pueblo y apreciar su belleza, es algo gratificante para cualquier alma, para las intranquilas aún más. El cielo ceniciento, donde la luz comienza a perder protagonismo, invita a pasear despacio, sin prisas, tomando con los sentidos, todos los detalles de un ambiente que preludia al crudo invierno cordobés, cuando el frío y la pronta caída de la tarde, como de costumbre, nos aletargará en los salones de nuestros hogares.
El paseo de la Victoria conserva un ambiente nostálgico. A pesar del tráfico, del ruido y de las prisas de estos tiempos, paseando por el aún se puede viajar a un pasado no muy lejano. El cielo se torna color anaranjado y el ambiente flota un aroma a castañas asadas, que es antesala a la festividad de Todos los Santos y por ende a la de los fieles difuntos. En unos días, el culto al recuerdo de todos los que nos dejaron, estará presente entre nosotros. Las visitas a los camposantos serán obligadas, en nuestras casas la matalahúva frita perfumará las cocinas como ingrediente de las tradicionales gachas, y en algún mueble las lamparitas de aceite alumbraran en recuerdo de nuestros difuntos. Mientras tanto en las calles, los jóvenes traicionaran nuestras costumbres, celebrando una importada fiesta anglosajona, disfrazados de espantajos y almas en pena, que más que en pena la dan. ¡Con el empaque que tienen los muertos aparecidos del inmortal drama de Zorrilla!
En nuestras cofradías esta reglado, en la inmensa mayoría de los casos, la celebración de una eucaristía en estas fechas, por el eterno descanso de los hermanos fallecidos en el año. Es algo normal en una corporación perteneciente a la iglesia católica. No hay que obviar de dónde venimos y hacía donde vamos. Las cofradías no deben de quedar en un acontecimiento externo en Semana Santa, nuestras corporaciones tienen que dar, y es ahí donde hay que medir su pujanza, sentido a la fe cristiana y a los fines principales previstos en sus reglas. Que todo quede en el día de la anual estación de penitencia es uno de los grandes errores de nuestro tiempo.
Precisamente con motivo de estas celebraciones, las cofradías suelen ataviar a sus titulares marianas, de luto riguroso en consonancia al tiempo litúrgico que se vive. Costumbre puede que de implantación de fines del pasado siglo, pero que se ha hecho tan habitual, que por nuestros templos, pululan los émulos de Daguerre inmortalizando los tocados de todas y cada una de las imágenes, que son publicadas en medios digitales para mayor regocijo de un superficial movimiento neo cofrade, que precisamente está muy alejado de los valores que debe abanderar una hermandad y cofradía.
Es el acerico otro preciado y codiciado objeto de poder en el mundo cofrade. Es curioso cómo se anuncian cambios de vestidores, como si fuesen fichajes futbolísticos de envergadura. El ataviar a nuestras dolorosas, se está convirtiendo en una alocada carrera, con una meta de innovar las tendencias en la forma de vestir, como si se tratase de las pasarelas de Milán, Paris o Londres. A veces las meteduras de pata son de dimensiones colosales, tanto que el buen gusto, o el clasicismo, es sustituido por la extravagancia y la vulgaridad. Triste es ver imágenes que siempre lucieron esplendorosas, vestidas con tocados pobres y vulgares, o a otras, que tras etapas oscuras, y que gracias a manos primorosas y coherentes, resurgieron como Ave Fenix, para hoy volver a bajar a los infiernos del mal gusto y la decadencia.
Quintin García Roelas
Acerico: Almohadilla que sirve para clavar en ella alfileres o agujas.
Recordatorio La Feria de los Discretos: Spes Nostra Salve