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lunes, 22 de febrero de 2016

Candelabro de cola: Buscando a Nuestro Señor en la Cuaresma


La presente es una Cuaresma especial para mí por muy diversas circunstancias. Por ello, antes de que la misma llegara, me planteé buscar a Dios en los muy diversos actos que durante la misma tienen lugar. Evidentemente los ensayos de costaleros y los conciertos de marchas procesionales quedaron totalmente descartados: de los primeros no he sacado absolutamente nada positivo en casi una década, motivo por el cual he desistido de perseverar en el intento. Los segundos, aunque de vez en cuando han conseguido evocarme instantes mágicos vividos en Semanas Santas pretéritas gracias a interpretaciones memorables, tampoco van a ser objeto de mi búsqueda en el presente año. Los distintos besamanos y besapiés que se celebran en la ciudad y que las Hermandades montan con esmero y buen gusto solían ser lugares de recogimiento y oración que permitían al fiel el contacto íntimo con las Imágenes Sagradas de su particular devoción. No obstante, hoy día, es casi imposible hallar la intimidad necesaria para dedicarle siquiera una plegaria a Nuestro Señor o a Su Santísima Madre… este tipo de actos quedan colapsados por fotógrafos profesionales y amateur (con trípode o sin él o bien con móvil) y por niños enchaquetados que, dedo en barbilla, deleitan con sus eruditos y expertos comentarios al corro de patitos que les acompañan y que asienten ante la lección magistral de priostía que han recibido del “pollo engominado” de turno.

Los cultos de las Cofradías, por supuesto, tampoco escapan de los especímenes que acabo de describir, porque ellos también saben si el bordado de la bambalina es o no adecuado, si los puntos de luz son suficientes y están bien distribuidos o si la Virgen viste su mejor saya.

Descrito el anterior panorama podríamos llegar a pensar que la búsqueda de Nuestro Señor es bien difícil en la Cuaresma. Parece, en cierto modo, como si el hombre estuviera abocado a verse distante del Salvador precisamente en el camino de cuarenta días que, paradójicamente, nos debería llevar a la unción más profunda con Cristo, dejando a aquél como un ser para la nada en lugar de tornarlo en un ser para Dios. Pero, afortunadamente, más allá de todos los actos enumerados, el encuentro con Dios es perfectamente posible. Lo es a través del sacramento de la Penitencia y también gracias a la realización de sacrificios para poder seguir al Señor: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga (Lucas 9, 23). La aproximación a Jesús se puede realizar también mediante la realización de obras de caridad fraternal y, por supuesto, también por medio de la oración. 

Precisamente, en un recoleto oratorio, en la meditación y en el rezo ante el Sagrario que contiene a Jesús Sacramentado, después de muchos años, pude encontrar el sentido a una Cuaresma que, ahora sí, me parece plena. Después de todo, ahora que lo pienso, ¡qué cerca estabas, Señor!


Marcos Fernán Caballero











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