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lunes, 22 de febrero de 2016

Donde nace el Azahar: Amores que matan


Blas J. Muñoz. En el horizonte de sus recuerdos se confundieron las Imágenes del pasado. Otra jornada más de su particular Cuaresma continuaba ofreciéndole el presente y futuro de su ensueño, a través de un pasado no tan distante en el calendario y sí en lo emocional.

La recordó, su rostro fino de cristal que en cualquier instante pudiera quebrarse por guapa. La buscó dentro de sí, donde nadie puede entrar a indagar en lo que uno siente, en el Sancta tan personal que, en más de una ocasión, lo dejó perplejo. Como secretos mismos de su inconsciente pueril en los primeros momentos de su existencia, había algo guardado, algo sentido hacia Ella mucho antes de que lo supiese. "Algo", nada concreto, como si todo fuese producto de un sueño que sólo reproducen con exactitud durante el primer minuto al despertar.

El blanco de la piel contrapuesto a la tez morena que se ciñe de ropas negras. Su alma era tan Blanca, que supo que lo había prendado para siempre. Y la certeza de que el amor mata le vino en el primer instante. Porque hay amores que matan y sueños que mueren y pasiones que se las lleva el viento cuando sólo es brisa porque son débiles como una arde de verano sobre la arena de una playa infinita. Y el amor no se comparte, cuando el egoísmo nace de otro que también cree amarla.

Se dejó caer extenuado y la recordó tan sola en su capilla, apenas estaban los dos. Miró por última vez a la Paz en aquella tarde de Cuaresma que nunca debió de haber sido porque, el amor, a veces duele. 


Foto Antonio Poyato



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