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jueves, 18 de febrero de 2016

Donde nace el Azahar: Que se pare el tiempo


Blas J. Muñoz. El Hombre que mira a miles de hombres acudía a sus recuerdos entre el yañie de las campanadas de Santa Maria de la Asunción. La Catedral pretérita, la antigua Basílica de San Vicente que observó como la ciudad y su historia se construyeron a su alrededor para creer las olvidadas, llegado el momento.

Un sonido de tambor y una marcha dedicada a Él por una banda de música lo vieron avanzar. No era Jueves Santo ni un prólogo de la Cuaresma, pero la procesión ancestral tetomaba las calles que siempre fueron suyas, desde el encargo casi olvidado de aquel canónigo. En una suerte de espacio rasgado a la memoria.

Jesús, Caído y alzado por la entrega de sus costaleros. Jesús, Caído con la capacidad de emocionar al paso marcial del tambor que lo anuncia. Jesús, Caído y sostenido en más de dos siglos devocionales. Jesús, Caído de regreso a su templo, de vuelta de la Catedral, de camino a ella en la antesala emocional del Jueves Santo que sabe que irrumpirá para siempre en sus recuerdos.

¡Qué se pare el tiempo! -deseó con fuerza-. Una Cuaresma de azules, de ilusiones renovadas, de sueños camino de cumplirse aventuraba un Jueves Santo de ensueño, donde recrearse en la dulce mirada de Jesús Caído. 





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