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lunes, 18 de abril de 2016

Candelabro de cola: Tres imágenes en la retina


Siempre es complejo escoger entre los momentos más emotivos de una Semana Santa, pues muchos son los instantes en los que siente que su corazón ha sido delicadamente tocada por un alma. No obstante, tras cumplirse casi un mes de la última celebración de la Pasión de Nuestro Señor, tres son los recuerdos que con mayor cariño guardo en mi memoria. Son los siguientes:

Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador, en su Prendimiento por Cardenal González. Quizás la salesiana es la Cofradía que, en los últimos años, más haya evolucionado. Sencillamente increíble el cambio en la estética de la corporación en las calles. Acertadísima la designación de Horacio de la Rosa como capataz del paso de misterio del Prendimiento que camina alegre pero, a su vez, de forma muy refinada. Y no es fácil. El tránsito por la calle Cardenal González hasta la Cruz del Rastro fue un auténtico espectáculo.


El paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Sangre en Conde y Luque. Una de las mejores composiciones escenográficas para una de las tallas recientes de nuestra Semana Santa de más bella factura. El rostro moreno de Jesús de la Sangre, realzado por la túnica blanca que lució este Martes Santo, es presentado al pueblo para que escoja a quién liberar: el Hijo de Dios o Barrabás. Esencia suena perfecta tras el impresionante altar en que procesiona el Titular del Císter interpretando marchas clásicas. Y poco a poco la Hermandad se pierde en las angostas calles de la Judería.

El stábat mater del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima del Silencio en la Puerta de Santa Catalina. Se hizo el silencio en el Patio de los Naranjos. Seis ciriales anteceden el paso del Crucificado de San Pablo en una fría noche de Viernes Santo. La austeridad del calvario de corcho y pitas que solo concede licencia a un exiguo friso de lirios morados avanza con un paso largo y reposado, muy elegante, tal y como es su Cofradía. Suena la música de capilla y el Crucificado y su Madre dirigen sus pasos hacia el convento franciscano de San Pedro el Real.


Marcos Fernán Caballero











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