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lunes, 16 de mayo de 2016

Candelabro de cola: Como en los tiempos de la Inquisición


La sucesión de acontecimientos se repite una y otra vez, aparentemente con similar periodicidad que, a la luz de mis sentidos, no suele ser superior a los quince días. Les explico:

1. Equipo de investigación de un diario destapa un "presunto" escándalo en el que está implicado un determinado individuo.

2. A raíz del destape, el citado medio de comunicación empieza a diario a publicar nuevas "evidencias" irrefutables que vienen a demostrar el dolo con el que ha actuado el personaje implicado y, por tanto, su manifiesta y contrastada culpabilidad.

3. Seguidamente se intenta implicar al individuo con peces más gordos que, por supuesto, el diario insinúa -así como el que no quiere la cosa- que a todas luces estaban enterados de las actividades ilícitas de nuestro protagonista... Peces que, por supuesto, se intentan hacer caer junto con el anterior, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.

4. Todos los días desde que el escándalo se hizo público, una cadena de televisión pone a sus dos "periodistas estrella" (uno por la mañana y otro por la tarde, para que el guiso no se enfríe) a dedicar sus respectivos programas sobre actualidad política a escupir veneno sobre el protagonista del escándalo. Para ello no escatiman medios en llevar a tertulianos que se pronuncian abiertamente sobre la culpabilidad del penoso individuo que han puesto en su punto de mira. A ello se suman repugnantes vídeos que muestran al susodicho malencarado, con mirada desafiante al público mientras una voz en off viene a decir a la audiencia: "miren cómo Fulanito vive a cuerpo de rey haciendo tal cosa ilícita mientras usted está desempleado y no sabe cómo va a llegar a fin de mes y a dar de comer a sus 3 hijos...".

Y, al final, da igual que el Fulanito de turno sea inocente o no. Ellos ya se han encargado del público linchamiento del personaje. El éxito está asegurado, porque presentar estos hechos a una sociedad cansada de tanto sinvergüenza se deriva, irremediablemente en un juicio con sentencia de culpabilidad garantizada. Da igual que nosotros mismos nos reconozcamos ladrones a pequeña escala: el que lleva el coche a un taller en donde no le cobran IVA también roba a papá Estado o que, en el fondo, en nuestro interior nos cansemos de repetirnos "anda que no aprovecharía yo para trincar si estuviera donde ha estado Fulanito". Pero claro, eso cuesta mucho reconocerlo.

Hemos conseguido retroceder siglos para vivir en la época de la Inquisición. Aquí cualquiera puede acusar a otro sin tener pruebas y sin dar la cara (cuántos escándalos se han dado a conocer tras una llamada anónima a un periódico). De hecho el "acusado" no tiene derecho siquiera a que se respete su presunción de inocencia, sino que tiene que luchar a toda costa por demostrar que no es culpable y, tristemente, aunque lo demuestre, ya ha quedado estigmatizado para siempre ante la sociedad: "Fulano, al que implicaron en aquel tema tan turbio... Algo habría, porque aunque su causa fue archivada, cuando el río suena, agua lleva".

Ojo, todo lo anterior se cumple si usted es un político de un partido de derecha (o de centro derecha) o un sacerdote. Si tiene usted la suerte de ser de un partido de izquierda, de centro izquierda, comunista o de un partido "transversal" (como se autodenominó Podemos de cara a las elecciones del pasado 20 de diciembre) o bien un "artista" dedicado al mundo del cine, del teatro o de la canción, usted tiene carta blanca para todo.


Marcos Fernán Caballero







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