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jueves, 10 de noviembre de 2016

El reflejo de mi fe


Julia Nieto. Hoy es a Ti a quien escribo, mi Reina. En este mes de luto, mi palabra, así como lo es mi vida, es tuya y de nadie más. Y aunque se que no es mucho Madre, en este momento es lo mejor de mí que te puedo dar. Porque es lo más puro que de mi sale, porque de mi amor de hija, es lo que a Ti, Madre, te quiero dedicar, y porque en este Noviembre frío y oscuro, el calor de mis sentimientos y tu luz hermosa, en estas lineas quiero acompasar.

Tu triste luto refleja en tus ojos negros esa mirada tuya que mira al cielo implorando piedad, pero que a la vez mira de reojo a Su hijo, mi Padre, que a tu lado en la capilla está. Quieres asegurarte que ahí sigue, que de tu lado, no lo moverán. Y yo miro embobada esta escena, porque por mucho que vengo a contemplaros, nunca me dejo de maravillar de la forma tan dulce con la que tu hijo te mira, a pesar de lo cansado que está.

Y es que eres el Mayor Dolor que el siente en su Calvario, la causa por la que Él en su agonía, su más dulce mirada quiere mostrar, porque de tan solo pensar que tu tengas que contemplar como el cruelmente sufre, su dolor se le intensifica más. Tus manos recuerdan cuando lo tomaste por primera vez en brazos, aquel frío día de Navidad, y ese dolor es el que hoy te causa, que en lo más profundo del alma, se te clave un afilado puñal.

¡Madre mía cómo no mirarte! Si eres la más bella doncella que el mundo podrá observar. Si eres la luz que constantemente alumbra mi caminar. Si eres el más claro reflejo de mi fe, la razón de lo que soy, la estrella que en la soledad de este doloroso mes de los difuntos, ilumina la esperanza que tengo en que a vuestro lado, los míos por siempre estarán... ¡Cómo no contemplarte! Si al mirarte obtengo el valor que necesito para sin ningún temor gritarle al mundo por tu hijo: Oh Jesús del Calvario, en Vos confío.

Fotos Antonio Poyato










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