Carlos Gómez. En la cima de la Cuesta de San Cayetano, la Virgen María apaciguaba su Mayor Dolor y atenuaba su Soledad merced al cariño que todos y cada uno de los fieles que acudieron a su presencia fueron derramando en su virginal mano, para rendir pleitesía a la Madre de Aquél que nos enseña a levantarnos cuando la vida nos hace clavar la rodilla en tierra. Nuestro compañero Antonio Poyato, también estuvo frente a su mirada para ser testigo de tanto amor e inmortalizarlo en este reportaje.