No deja de repetirse en mi mente la horrorosa imagen de aquel ángel en la orilla de la playa, más aun cuando estoy frente al mar sentada con mi hija sonriendo y tan plena de vida, gracias a Dios.
Muchas son las imágenes que nos llegan de esas familias sirias que, al igual que muchos españoles en épocas pasadas, han tenido que salir de su país hacia otro, buscando un futuro mejor pero incierto. Mientras tanto, nuestros gobernantes no dejan de pelearse sobre la política a seguir ante este exilio obligado por una guerra absurda -como todas-. No dejan de echar números para ver cuantos exiliados, cuantas familias destrozadas, caben en su país; e incluso poniendo en duda la labor de muchas organizaciones que ayudan a los más necesitados. ¡Vaya panda de...! (Mejor me callo lo que pienso).