El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro
con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del
sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras
estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con
vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a
levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscáis entre
los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que Él
os decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al
tercer día". Y las mujeres recordaron sus palabras. Lc 24 1-8
Lentamente se disipa la tormenta y la oscuridad de la noche del Sábado Santo va buscando la lejanía del horizonte, transformándose en madrugada de estrellas y luna. La quietud de la nada comienza paulatinamente a preñarse de los primeros trinos del alba y en la línea que delimita el levante y el abismo centellean los rayos de sol que pugnan por hacerse un hueco en la infinitud del firmamento.
Repentinamente, en una metamorfosis de magia celestial, la realidad se transforma para ser consciente de que el drama, la tragedia, ha tenido un sentido cósmico, probablemente inabarcable para la comprensión humana, pero del que se deriva la esencia misma del cristianismo.
Cristo pereció a manos del odio y la indiferencia, del rechazo y la perversidad, como estaba escrito, como fue anunciado por los profetas ancestrales, y regresó del reino de las tinieblas para habitar en los corazones, en la Fe y en el espíritu de nuestra raza al abrazar su mensaje, al aceptar caminar por su camino de luz, de Amor y entrega infinita... Resucitó Jesucristo, el Rey del Cielo, y con Él resucitó la humanidad entera...
Lentamente se disipa la tormenta y la oscuridad de la noche del Sábado Santo va buscando la lejanía del horizonte, transformándose en madrugada de estrellas y luna. La quietud de la nada comienza paulatinamente a preñarse de los primeros trinos del alba y en la línea que delimita el levante y el abismo centellean los rayos de sol que pugnan por hacerse un hueco en la infinitud del firmamento.
Repentinamente, en una metamorfosis de magia celestial, la realidad se transforma para ser consciente de que el drama, la tragedia, ha tenido un sentido cósmico, probablemente inabarcable para la comprensión humana, pero del que se deriva la esencia misma del cristianismo.
Cristo pereció a manos del odio y la indiferencia, del rechazo y la perversidad, como estaba escrito, como fue anunciado por los profetas ancestrales, y regresó del reino de las tinieblas para habitar en los corazones, en la Fe y en el espíritu de nuestra raza al abrazar su mensaje, al aceptar caminar por su camino de luz, de Amor y entrega infinita... Resucitó Jesucristo, el Rey del Cielo, y con Él resucitó la humanidad entera...
Un rayo de sol acaricia la sierra,
fluye
por el río un caudal de promesas,
que
Dios ha cumplido con la Penitencia
que
el Pueblo Elegido dejó como herencia.
Cuando
al Tercer Día de arena y desierto
alcancé
el Hogar que protege mis sueños,
Primavera
y Luz fue Maná de los Cielos
y
Resucitó la Alegría entre el Pueblo.
Y
llegó el momento
para
la cosecha,
ha
cambiado el viento,
se
inunda la Tierra
del
cantar eterno de antiguos profetas...
...Y
es que Jesús Resucitó...
La
Alegría contenida
de
mi Tierra Prometida
se
convierte en Alabanza,
mis
ilusiones perdidas
se
expanden por Tierra Santa.
Quiero
ser el heredero
de
tu Verbo misionero
dando
Luz a la ceguera,
de
tus pastores primero
si
hace frío, ser hoguera.
Sin
teatro ser la guía
que
acerque a tu cofradía
a
tu Verdad Infinita,
Resucitando
a la vida
a
quienes te necesitan.
Luminaria
de pasiones,
de
profundas devociones
que
florecen por el mundo,
e
inundar los corazones
con
la dicha de tu rumbo.
Quiero
ser tu Mensajero