A veces me pregunto, Señor, si tus palabras acarician nuestro corazón, con la delicadeza de una amanecida, cual pétalos iris, sobre la palma de tus ungidas manos. Si llevas sobre ti, el amargo madero del pecado y tienes la púrpura humildad de poner la otra mejilla.
¿Por qué te desoímos y no queremos comprender, que las palabras que florecen de tus labios, suspiros de Santidad, prevalecerán sobre las generaciones y nosotros “torpes mortales”, somos solo un instante en este valle de vida?.
Nazareno de huellas imperecederas, predicas y en tus ojos el reflejo de tu Reino, llamando a la muerte la “gran mentira”. Cruz que nos acompaña hasta tu Luz, verdadera vida. Muéstranos, lucero del Miércoles Santo, la Sacra Vía, para acompañar como hermanos al Mayor Dolor de tu Bendita Madre, María, fuente de recogimiento y oración, bajo la trabajadera de Salvación o el cirio que ilumina corazones de terciopelo morado.
José Antonio Guzmán Pérez
Recordatorio Calvario de iris: “Estrenos de este año para Hermandades”. Renovaciones de almas y corazones