Lamento decirles que hoy en el Candelabro de Cola hablaremos de política. Pero no del Gobierno de nuestras Hermandades y
Cofradías, que en los últimos tiempos ya se ha visto suficientemente salpicado por la
cera ardiendo que manó desde el interior de nuestras tulipas. No. Hoy la
actualidad nos obliga a hablar del futuro del Gobierno de la nación y, por
consiguiente, del futuro de la nación en sí y del de sus ciudadanos. Y es que
los últimos resultados electorales y las encuestas publicadas recientemente han arrojado resultados francamente
inquietantes, al menos para quien escribe estas líneas. Podemos se
sitúa como tercera opción política, pisando de cerca los talones del PSOE –segunda fuerza- y a la vista de las reacciones de unos y otros con grandes posibilidades de condicionar al próximo gobierno nacional. Y qué quieren ustedes que yo les diga… que ya puede decir
Pablo Iglesias misa (de hecho tiene el apellido idóneo para ello) y que tiene incluso
amigos que son sacerdotes que a mí esta gente no me gusta ni medio pelo de
coleta. No nos vamos a engañar: el notable respaldo a Podemos por parte de la
ciudadanía no se debe a méritos propios. Estos, por el momento, no pasan de
articular un discurso tan idealista como ambiguo de trasfondo rancio tanto en
televisión como en aulas universitarias (lo cual no es difícil constatado el
nivel educativo medio del personal). No. El éxito de Podemos es básicamente
responsabilidad de los dos grandes partidos que se han alternado en la Moncloa
desde 1982: PSOE y PP – PP y PSOE (tanto trinca… digo, tanto monta). En
definitiva el panorama que se presenta no es nada halagüeño y aquellos que
creían que los simpáticos cabecillas
de Podemos –Iglesias, Monedero & Co.- iban a experimentar el efecto gaseosa
tras las elecciones al Parlamento Europeo celebradas hace escasos meses
parecen, por el momento, errados en sus pronóstico… Y ojalá me equivoque, que
nada me haría más feliz, pero creo que va a ser que no.
Todo
esto es muy mala noticia para los que, independientemente de nuestras
ideologías políticas, profesamos la fe cristiana, ya han visto lo ocurrido en la calle María Auxiliadora hace ahora una semana. ¿Por qué? Pues es bien
sencillo: porque no hay nada que atente más contra el principio de libertad que
el poder de extrema izquierda. Y Podemos, que nadie se lleve a error por los
cantos de sirena de regeneración democrática y cambio, es extrema izquierda
pura y dura. Tan nociva como lo es la extrema derecha. Ya pueden sus dirigentes
vestir la mona de tul o de seda, que al final mona se queda. Alguien que ha
servido de asesor al muy “democrático” régimen chavista o que da todos los
saltos y rodeos posibles para no admitir que el régimen de Cuba es una DICTADURA como la Catedral de
Burgos, apesta a extrema izquierda. Por tanto insisto en que no les quepa a
ustedes la menor duda de que si Podemos llegara al poder –Dios no lo consienta-
tanto ustedes como yo veremos reducidas –cuando no erradicadas- nuestras
libertades fundamentales –por supuesto la libertad de culto, claro-. Y si no,
¿a qué viene la propuesta de regulación de los medios de comunicación por medio
de mecanismos de control público? ¿A cuenta de qué el apoyo a la “ley mordaza”
–Ley Orgánica de Comunicación- aprobada por el Gobierno de Rafael Correa en
Ecuador? En definitiva y para resumir: todo el problema que los dirigentes de
Podemos “perciben” en el país es que hoy por hoy quien detenta el poder no son
ellos mismos. Es decir, el problema no es tanto la cacareada “casta”, cuanto
que “la casta” no soy yo.
Llegados
a este punto, señoras y señores del PSOE y del PP, creo que ya están ustedes
tardando en articular su reacción. Urge ponerse a trabajar de verdad por el
bien del país y de sus ciudadanos. Los primeros podrían empezar por rescatar la
“E” de Español de sus siglas para taponar la sangría de votos que las políticas
de Rodríguez Zapatero y sus delirios republicanos les trajeron y que aún siguen
coleando. Ambos partidos deberían preocuparse por acometer una limpieza interna
en profundidad y por tratar de orquestar un modelo de sociedad y, por ende, de
funcionamiento interno, inspirado en valores. Urge recuperar la visión de
centro y no jugar más a polarizar la sociedad en derecha – izquierda. Asimismo no
sería en absoluto mala idea recuperar un modelo educativo fundamentado en la
meritocracia y más exigente en contenidos (si además fuera único en lugar de
uno por Comunidad Autónoma sería ya excelente). La máxima de “pasen y llévense
un título sin esfuerzo” no sirve para nada. Bueno sí: para generar un rebaño de
borregos sin opinión crítica alguna fácilmente manipulable. Rebaño que luego
escucha, cree y vota al primer telepredicador trasnochado que aparece en
televisión hablando como si acabara de descubrirnos el Mediterráneo.
Reconciliar, no confrontar y educar bien la población puede ser parte de la
solución a gran parte de los problemas que el Estado tiene sobre la mesa.
Heinrich
Heine, poeta alemán, dijo: “allí donde se queman libros se termina quemando a
los hombres”. Aquí lo comprobamos hace ya 83 años, cuando la nada democrática
II República (recordemos que su proclamación se produjo tras unas elecciones
municipales que no ganaron los
partidos republicanos) comenzó su “brillante” andadura con la quema de
conventos (en nuestra ciudad ardió San Cayetano), prólogo a la persecución
religiosa que se iba a desarrollar en nuestro país de mayo de 1931 y el 18 de
julio de 1936, en una primera fase y desde esta fecha hasta marzo de 1939 en el
transcurso de la guerra civil. Francamente, solamente de pensar en que existe
una posibilidad, por mínima que parezca, de retrotraernos a lo acaecido hace
ochenta y tres años me da escalofríos. Y ustedes dirán que esto es impensable
en los tiempos que corren. Claro, y si hace veinte años nos hubieran contado
que Rusia estaría a estas alturas intentando anexionarse Ucrania, ¿qué
habríamos pensado?
Marcos Fernán Caballero
Foto 1: Pablo Iglesias recibiendo una beca de manos de Miguel Blesa y el Rey Felipe VI (la casta)
Foto 2: Restos calcinados de la Hiniesta tras el incendio intencionado de San Julián en 1932
Foto 2: Restos calcinados de la Hiniesta tras el incendio intencionado de San Julián en 1932
Recordatorio Candelabro de cola: Antología del despropósito (Acontecimientos cofrades de difícil justificación) (II)