Suspira el querubín por quien reclama nubes de incienso junto a la madre dormida, porque su nombre se olvida a causa de la irrelevancia que despierta en quien relaciona a quienes fraguaron el suyo con humildad y no con soberbia.
Suspira asombrado por quienes pretenden ocultar bajo aureolas que hace mucho perdieron su significado, el erial en que se convirtió lo un día fue vergel y por quienes olvidan de qué lado estuvieron con tal de arrimar el ascua a su sardina.
Suspira el Ángel volando en la añoranza, entristecido, aburrido y solitario, bajo el cielo oscuro carente de estrellas, porque vuelvan a iluminarse los focos y la pluma jamás se seque y porque las nubes son menos nubes cuando la ausencia ocupa el lugar que a otro corresponde.
Joaquín de Sierra i Fabra