Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le
acusaban, no respondió nada. Entonces le dice Pilato: “¿No oyes de cuántas
cosas te acusan?” Pero Él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba
muy sorprendido. Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la
libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso,
llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: “¿A quién
queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?”, pues sabía
que le habían entregado por envidia. Mientras él estaba sentado en el tribunal,
le dijo a Pilato su mujer: “No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido
mucho en sueños por su causa”. Mt 27 12-19
Me he despertado en
mitad de la noche sudando, envuelta en mis pesadillas. ¿Qué ha hecho este
hombre? ¿Por qué le azotan, pegan y condenan? ¿Por qué tantos le odian? Yo
escuché su mensaje aquella tarde en la montaña. Y no aprecié en sus palabras
más que paz, respeto, amor, libertad… en cambio le llaman revolucionario,
blasfemo y peligroso… le han maniatado como si fuese un bandido y van a acabar
con su vida. No hay clemencia en el poder humano y la justicia pierde su
sentido cuando el inocente es condenado y el culpable la imparte. Cuando el
asesino queda impune y la víctima pena eternamente. Y cuando el poder que
descansa en el status quo se lava las manos por impotencia o incompetencia… por
cobardía o indiferencia… por egoísmo o ausencia de empatía. Y el Dios Hombre
fue entregado a la turba enfervorecida sedienta de Sangre y muerte… la tragedia
se materializa a orillas de Capuchinos… y llora la plaza del Císter lágrimas de
llanto infinito…
Claudia
Prócula a Pilatos,
por
una premonición,
pidió
para el más humano
clemencia
al gobernador.
Y
la sombra de la duda
se
cernió sobre el romano,
y
en su cruda dictadura
pudo
haberle liberado
del
dolor y la locura.
Pero
al pueblo lo entregó
y
su Sangre fue ofrecida
por
otorgarle el perdón
a
quien dedicó su vida