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viernes, 21 de junio de 2013

Atentados contra las Hermandades sevillanas. 2ª parte

Seguimos con los atentados en contra de nuestras hermandades, y en esta ocasión veremos como influyó la política del XIX, con guerras, revoluciones y expropiaciones a nuestras hermandades.

Expropiados, echados y derribados:

Ya hemos visto como la política ha afectado a nuestras hermandades, aunque en el apartado anterior con los mangoneos, nuestras hermandades se han bandeado pudiendo hacer frente desafiando a las autoridades para defender sus derechos. Pero han habido momentos en el que nuestras hermandades, indefensas, han tenido que aceptar los ataques de agentes exteriores.

El primer ataque exterior que afectó considerablemente a nuestras hermandades vino dado por la Invasión Francesa (1809-13). En 1809, bajo el yugo de José I Bonaparte se publicó un Real Decreto en el que se suprimían las órdenes monásticas; esto afecto sobremanera a nuestras hermandades, ya que dieciséis de ellas residían en conventos, y por lo tanto por el cierre de los mismos se vieron obligados a abandonarlos y buscar una nueva sede, incluso teniendo capilla propia en estas iglesias algunas de las hermandades. Las hermandades afectadas fueron:

La Cena, que estaba en San Basilio, se tuvo que trasladar a San Gil.

El Amor, que estaba en Los Terceros, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Miguel.

Vera Cruz; su capilla en el convento de San Francisco es quemada por los franceses y se tiene que trasladar al almacén que poseen en el compás del convento.

El Museo, que tenía capilla propia en el convento de la Merced, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Vicente.

El Buen Fin, que estaba en el convento de San Antonio de Padua, se extinguió por la clausura del convento, aunque se vuelve a reorganizar la hermandad en 1888.


Las Siete Palabras, que estaba en el convento del Carmen, y tenía capilla propia, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Vicente.

La Lanzada, que también estaba en San Basilio, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Marcos.

Las Cigarreras, que también estaban en Los Terceros, y con capilla propia, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Pedro.

La Quinta Angustia, que también estaba en el convento del Carmen, y tenía capilla propia, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Vicente.

El Valle, que estaba en el monasterio del Valle, con capilla propia, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Román.

Pasión, que también tenía capilla propia en el convento de la Merced, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Julián.

La Trinidad, que estaba en el convento de la Trinidad, tuvo que trasladarse a la iglesia de Santa Lucía.

El Santo Entierro, que estaba en el colegio mercedario de San Laureano, se tuvo que trasladar a San Juan de la Palma.

La Soledad, que también estaba en el convento del Carmen, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Miguel.

La Antigua y Siete Dolores, que estaba en la capilla del compás de San Pablo, tras el cierre de su capilla cayó en decadencia, y 5 años después, en 1815, se extinguió.

La Concepción del convento de Regina, se trasladó a la iglesia de San Martín, acabando la hermandad absorbida por la hermandad de La Santa Espina en 1815.

Por el cierre de estos conventos, tres hermandades se extinguieron (aunque afortunadamente el Buen Fin se reorganizó años mas tarde); y no es ya el perder sus propias capillas muchas de las hermandades, ni el engorro de tener que buscar una nueva sede, o la perdida de los enseres que ello contrajo y, por lo que muchas estuvieron al punto de la extinción, sino que también se produjo una profanación de sus imágenes titulares...

Quedaron en precarias condiciones Las Siete Palabras; Pasión perdió casi todo su patrimonio, salvándose casi únicamente la imagen del Señor; el Santo Entierro, que su iglesia fue saqueada por los franceses, lo perdió todo menos sus imágenes, al igual que la Soledad de San Lorenzo, que también fue saqueada y solo salvo la imagen de la Virgen; Vera Cruz perdió sus pasos y enseres; el Silencio, que residía (y reside) en la iglesia del antiguo convento de San Antonio Abad, perdió muchos enseres y el paso, teniendo que ocultar el Cristo emparedándolo tras un muro de ladrillos; pero la que peor trataron los franceses fue a la hermandad de la Lanzada, que tras robar la corona de la virgen, mutilaron el rostro de la imagen a sablazos, y quemaron la imagen de la Magdalena, Longinos y un sayón judío, perdiendo casi todo su patrimonio...

En 1836 aparece la Desamortización de Mendizábal, por ella se extinguieron todas las órdenes religiosas; y todos los monasterios, conventos, colegios etc, pasaron a manos del estado, disponiendo de todo su patrimonio, tierras, bienes etc.  Una de las ciudades mas castigadas con la ley de Mendizábal fue Sevilla, y numerosas hermandades fueron afectadas por esta ley, ya que tras los acontecimientos con los franceses, muchas de ellas volvieron a sus residencias conventuales. Aunque numerosos conventos cerraron, muchas de sus iglesias siguieron abiertas al culto, y las hermandades que residían en ellas no tuvieron que trasladarse, pero otras si estuvieron afectadas.

La Estrella, que residía en el convento de la Victoria con capilla propia, al ser cerrado este tuvo que trasladarse al convento de San Jacinto.

El Amor, en 1841 le fue expropiado su almacén que tenia en la plaza de los Terceros donde guardaba sus pasos.

Vera Cruz, por la demolición del convento de San Francisco para construir la actual Plaza Nueva, se tuvo que trasladar a la iglesia San Alberto, de la congregación de los filipenses, en donde quedó en el mayor abandono.

La Lanzada, que en esta época residía en el convento de los Mínimos de San Francisco de Paula, se extingue en esta fecha, ya que por el cierre del convento que es convertido en cuartel de Artillería de Montaña, y su capilla en cuadra de mulas, los bienes e imágenes de la hermandad se dispersan entre los hermanos; aunque afortunadamente, luego la hermandad se reorganiza en 1844.

Las Siete Palabras, que estaban en el convento del Carmen, tras el cierre del mismo pierde todo su patrimonio a excepción del Cristo y la Virgen de la Cabeza.

Pasión, que se encontraba en el convento de la Merced, casi desaparece cuando el convento fue exclaustrado en 1840, acabando la imagen del Señor en el domicilio de un hermano, la Virgen pasó a la capilla del Cristo de la Expiración (Museo), y el San Juan a San Alberto, aunque posteriormente esas dos imágenes se perdieron.


Los Gitanos, que estaban en el convento agustino del Pópulo, tuvo que trasladarse a la iglesia de San Esteban al convertir el dicho convento en Cárcel Real.

El Santo Entierro, nuevamente se ve afectado, ya que en esta época residía en el convento de San Pablo, y la capilla donde estaba fue convertida por la autoridad competente en oficina pública, por lo que se tuvo que trasladar al convento de la Merced en 1838, pero al ser este también exclaustrado, vuelve a la iglesia del ya exclaustrado convento de San Pablo en 1840, aunque sus imágenes estaba repartidas por los distintos altares de la iglesia, empezando a partir de aquí una "peregrinación" por distintas iglesias (siete) hasta que acaba en 1870 en su actual sede de la iglesia de San Gregorio.

La Trinidad  se vio afectada por el cierre del convento de la Trinidad, que pasa a ser un cuartel de artillería, y la hermandad estuvo prácticamente disuelta y no volvió a salir hasta 1844.

La Entrada en Jerusalén y San Sebastian, hermandad trianera del convento de la Victoria tuvo que trasladarse al convento de los Remedios.

Como hemos visto, hubo hermandades que se extinguieron brevemente, y otras como Pasión sobrevivió de milagro, estando al punto de extinguirse; muchas pierden su patrimonio y tardarían muchísimos años en recuperarse.

Hay que mencionar, que la iglesia y las cofradías que fueron expropiadas de sus edificios o terrenos, no recibieron ninguna compensación del gobierno, y que la iglesia excomulgó tanto a los expropiadores como a los compradores de las tierras.

La siguiente crisis del XIX vino provocada por la Revolución de 1868, llamada "La Gloriosa", de marcado carácter anticlerical. La junta revolucionaria de Sevilla, decretó el derribo de los conventos e iglesias de las Mínimas, las Dueñas, el Socorro, San Leandro, Santa Isabel y las iglesias de San Juan de la Palma, Santa Ana, San Andrés, San Esteban, Omnium Sanctorum y San Miguel; solo esta última fue derribada, una iglesia gótica que algunos autores la remontaban a tiempos fernandinos, y que otros dicen que fue reconstruida tras el terremoto de 1356. En esta iglesia fue bautizado Félix González de León, se casó Velázquez con la hija de Pacheco en 1618, y reposaban los restos mortales de Pacheco desde 1644 y Américo Vespucci entre otros.


En la iglesia de San Miguel residía en aquellas fechas la Hermandad del Amor, y al cerrarse la iglesia, la Junta Revolucionaria puso en venta todos los enseres, imágenes y objetos religiosos de la hermandad; la imagen del Cristo del Amor fue adquirida por María Jesús del Amor Pérez, hermana y benefactora de la corporación, que se llevó el Cristo a su domicilio. La hermandad de Amor no se recuperó de estos hechos hasta 1892, en el que se reorganizó la hermandad.

Pasión, también residía en San Miguel, pero no se vio afectada en la perdida de enseres, ya que se trasladó a la iglesia del Salvador.

Otra que se encontraba en esta iglesia era la hermandad de la Soledad que tuvo que trasladarse a San Lorenzo, donde reside hoy en día.

También se vieron afectadas por expropiaciones y el cierre de iglesias las hermandades siguientes:

La Cena, que residía en el convento de San Basilio, se tuvo que trasladar a la iglesia de San Vicente, ya que el convento de San Basilio con su iglesia fueron demolidos. También perdieron el almacén de los pasos que tenían en la calle Relator.

La Amargura, la junta revolucionaria les cierra la iglesia con intención de derribarla, y tienen que trasladarse a La Misericordia.

Vera Cruz, que estaba en la iglesia del desamortizado convento de las monjas de Pasión, tuvo que trasladarse a San Alberto a su cierre, donde languideció hasta su extinción en 1924.

San Benito, que residía en la ermita anexa al hospital de la Encarnación, se extingió al cierre de su iglesia (que la Junta Revolucionaria se quedo con ella y la vendió en pública subasta), ya que se perdieron todos sus bienes, el Cristo paso a un pueblo de la provincia de Huelva (y fue quemado en 1936) y la Virgen a la iglesia de San Benito. La hermandad se reorganizará en esa iglesia donde estaba la Virgen en 1921.


Los Panaderos, que estaban en Santa Lucía con capilla propia, tuvo que guardar sus imágenes en el almacén de los pasos por el cierre de la iglesia, no levantando cabeza la hermandad hasta 1878.

Las Siete Palabras, que estaba en su capilla del convento del Carmen, al ser cerrado definitivamente el convento convirtiéndose en cuartel, tuvo que trasladarse a la iglesia de San Vicente.

El Valle, que estaba en San Andrés, al ser clausurada esta iglesia se tuvieron que marchar a San Román, en cuya iglesia la hermandad sufrió un robo sacrílego perdiendo las manos de la virgen.

El Silencio, cuya iglesia intentó derribar la Junta Revolucionaria, pues pretendía abrir una calle que fuera desde la Calle de las Armas (Anfonso XII) a Monsalves pasando por donde estaba la iglesia. La hermandad ya tuvo problemas en 1835 en tener que demostrar que la iglesia era suya y no de los Dieguinos (los frailes de San Diego, que eran los antiguos religiosos que regentaban el convento), y otra vez tuvieron que velar por sus derechos sobre la iglesia. La hermandad a pesar de la prohibición que multaba por guardar objetos religiosos de iglesias o conventos exclaustrados, tuvo que guardar las imágenes y enseres repartiéndolos entre las casas de los hermanos. Y gracias a la generosidad de su camarera Dña Gertrudis Zuazo, que compró el convento y la iglesia y, cedió una parcela al Ayuntamiento para la apertura de la calle que entonces se llamó de Riego (hoy llamada Silencio), la iglesia de San Antonio Abad se salvó del derribo.

La Esperanza de Triana, que estaba en su Capilla de los Marineros, la junta revolucionaria desposeyó a la hermandad de su capilla, y tuvieron que trasladarse a San Jacinto. Lo que mucha gente no sabe, es que la expropiada capilla de los Marineros fue un templo anglicano de 1876 a 1900, luego fue cine, almacén y hasta salón de variedades; hasta que en 1962 (casi cien años después de su expropiación) la hermandad pudo recomprar su propia capilla.

La Carretería, que tenía su capilla de la Carretería en propiedad, la Junta revolucionaria obligó a cerrarla y casi la perdió la hermandad, pero pudieron regresar a ella en dos meses, después de haber sido saqueada.

La Trinidad. Su templo fue utilizado para la caballería, pero la hermandad se negó a irse y dejó las imágenes en sus altares.

Santo Entierro, se vio afectado al igual que la Amargura, porque también residía en San Juan de la Palma, trasladándose a la Capilla del Asilo de la Mendicidad, que es hoy en día Capilla de la Divina Pastora de calle Amparo.

La Entrada en Jerusalén y San Sebastián; esta hermandad trianera que residía en el convento de los Remedios, no tuvo tanta suerte, ya que tras el cierre del convento y la pérdida de sus imágenes titulares, la hermandad se extinguió.

"La Gloriosa" fue realmente desastrosa para nuestras hermandades, no solo por la extinción de algunas de ellas y el languidecimiento de otras que acabaron en la extinción también, sino por el derribo de una iglesia como la de San Miguel, y otros conventos y capillas; aunque dentro de lo malo se podían haber perdido otras muchas joyas de nuestro patrimonio arquitectónico. A pesar de todo, las hermandades salieron adelante, naciendo en esta época las "cofradías románticas", aunque mas adelante no dejaron de sufrir con otros ataques.



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